lunes, 20 de junio de 2022

Se baja la cabra 2022

Después de los dos años pandémicos supongo que había más ganas que nunca de bajar la cabra este año. Digo que supongo porque nunca antes había formado parte del evento; ya ves, con 44 años y decido ahora que esta vez no me lo voy a perder. Llego sobre las 18.40 a la fuente seca que está en frente de las torres Kio. De momento no mucha gente pero los que están, están ya muy animados, tirando trucos en el plano y algunos metiéndose en el mini-bowl que forma la fuente. Algo de acción, pero aun calma tensa. “-Son la siete y dos. – Si, ya, pero no creo que salga puntual.” Nada más oír esto (me acababa de quitar los cascos) oigo a mi espalda que empiezan a golpear el suelo con la tabla -como cuando se hace para aplaudir un truco y animar- y acto seguido veo a todos corriendo ya hacia uno de los laterales de la Castellana. Pasamos unas vallas de obra y ya está La Cabra, lanzada cuesta abajo. No he tenido tiempo ni de montar la cámara y no es hasta pasado este primer momento donde las cosas parecen que se calman y puedo sacar el cubo polaroid y poner el imán que lleva sobre la moneda de dos céntimos pegada a la visera de la gorra con esparadrapo. Seguimos avanzando a buen ritmo, la gente pateando a saco con las pequeñas tablas de calle. Como llevo ruedas gordas en el cruiser tengo a veces que frenar un poco para ajustar la velocidad de los que van por delante. Lo más difícil, a parte del tráfico que te viene por los lados o está parado, es precisamente ir con la velocidad del grupo para que avance todo como una masa compacta y no haya caídas ni atropellos. Aun así, cada cierto tiempo alguno rueda por el suelo, sobre todo cuando se enganchan con las rejas metálicas que se encuentran atravesando toda la calzada (me recuerda a esas carreras de caballos del Grand National donde en cada obstáculo ves que cae algún caballo). Yo mismo me engancho, no en una de ésas sino en una alcantarilla desajustada por la que hay que pasar sí o sí al tener que esquivar algunos coches que están parados en un semáforo en rojo cuando avanzamos hacia la calzada central.
En general, la gente que nos ve bajar nos saluda y vitorea, alucinando supongo con la ola de ruido y movimiento skater que baja arrebatando por un momento el asfalto a los coches. Éstos, a parte de algunos pitidos cuando nos saltamos todos los semáforos en rojo que encontramos, se muestran más o menos comprensivos, parando antes de generar una situación de peligro. No está siendo la cosa muy accidentada; sí, algunas caídas, una moto que ha rodado por el suelo, pero, al parecer, sin consecuencias graves, etc. Algunos skaters suben a la acera y vuelven a bajar e bordillo e incluso veo por el rabillo del ojo a uno que se salta con un ollie una de las aletas de plástico azul que separa el carril bus y va directo hacia mí, aunque es capaz de enderezar la dirección antes de que choquemos. Llegamos a la plaza de Colón y la gente se arremolina alrededor de uno de los monumentos que ofrece unos bordillos con tres alturas distintas desde los que la gente tira trucos dependiendo de su habilidad y confianza. Desde la lejanía observan un grupo de policías nacionales que han parado a ver si se monta jaleo pero que tras un rato se marchan al observar que la gente está allí para disfrutar y pasarlo bien. La Cabra 2022 se ha bajado y habrá que esperar al próximo año para sentir otra vez el viento en la cara, la vibración en los pies y la magia de poder imaginar y disfrutar otras formas de estar y moverse por la ciudad.