martes, 14 de octubre de 2014

Coco Ho o la feminidad permitida

ESPN Magazine ha publicado hace poco un reportaje sobre la competidora Coco Ho surfeando desnuda sobre su tabla en Hawaii. A partir de aquí su popularidad ha aumentado espectacularmente y muchas marcas publicitarias buscan ahora poder arañar algo de ese repentino éxito. Es cierto que la propia deportista está muy orgullosa de poder haberse mostrado haciendo su deporte en vez de posar en un decorado preparado y que muchas de sus compañeras la apoyan debido a la atención que puede atraer hacia la modalidad deportiva. Lejos de esgrimir argumentos puritanos de indecencia, creo sin embargo que este ejemplo es simplemente uno más dentro de la concepción que desde la masculinidad hegemónica (que define el deporte legítimo y verdadero) se hace de la mujer deportista y de su cuerpo.
Los casos de los trajes de las jugadoras de volei-playa o baloncesto femenino o el fenómeno Sharapova. El último ejemplo en esta línea es nuestro país ha sido protagonizado por la actual campeona de España de 800 m, Jadilla Ramouhni, que ha aparecido en la portada de Interviú como forma de promocionarse y poder pagarse una carrera deportiva. La idea es simple: mujeres de éxito sí pero solo si se adhieren a la imagen adecuada de género, que en el caso de la mujer parece estar irremediablemente ligada a la estética y a la seducción, sea en deporte o en otros campos (piénsese en aquello que une la línea generacional de estrellas musicales como Madonna, Beyoncé, M.Cyrus). Por eso, mujeres deportistas que reivindican su belleza son celebradas y reconocidas pero mujeres deportistas cuyo cuerpo no es “femenino” (piénsese en el caso Semenya) suponen amenaza y rechazo.

jueves, 9 de octubre de 2014

W

Este libro de Georges Perec podría llamarse más bien W o el reverso oscuro del olimpismo porque presenta la metáfora más brutal de lo que podría llegar a ser el deporte como forma de control social. El libro está compuesto de dos historias entrelazadas: la primera (escrita a los 12 años) sobre una isla en Tierra del Fuego llamada W en la que reina el ideal olímpico de Citius, Altius, Fortius y la segunda en la que el propio Perec nos va narrando su infancia de exiliado (Perec era judío) con el surgimiento del Nazismo a Europa. En principio ambas historias parecen no tener mucha relación pero poco a poco su unión va tomando cada vez más sentido hasta el corto capítulo final donde claramente el autor vincula el régimen instaurado en la isla W con los campos de concentración nazis, incluso citando al propio Pinochet como figura que conecta ambos lugares. No olvidemos que el propio Hitler organiza las olimpiadas de 1936 como forma de ensalzamiento de la raza aria, idealmente presentada en ese documental megalómano de Leni Riefenstahl llamado “Olympia”. La conexión olimpismo-nazismo está muy patente en la consciencia del escritor y a lo largo de todo el libro.
Los primeros capítulos sobre la vida en W parecen describir esa imagen idílica que tenemos del deporte olímpico. Hay cuatro poblaciones cuyos atletas compiten en cuatro tipos distintos de juegos por ser el mejor y coronarse con la victoria y el máximo reconocimiento del público. La cosa es algo rara en cuanto que los atletas no hacen nada más en si vida que entrenar y competir, cada día, cada mes, cada año hasta que se retiran. Poco a poco Perec nos va mostrando lo perverso y tétrico de la propia organización. Por ejemplo solo los vencedores tienen derecho a una buena comida, alimentándose los demás de restos. Para que no siempre venzan los mismos, los jueces cambian de forma arbitraria las reglas, dando ventajas de salida a unos u otros, instaurando así la continua incertidumbre del fracaso y la derrota. Si bien está prohibido, se fomenta el engaño, la traición e incluso el asesinato de competidores. Las mujeres solo compiten en una prueba en la cual les dan una vuelta de ventaja tras la cual salen los hombres para capturarlas como botín personal. Los novicios, que hasta los quince años habían disfrutado de la felicidad de la vida en la isla, son repartidos entre los campeones y tratados como peones estratégicos para desestabilizar a los rivales. Como dice varias veces Perec, la ley que impera en la isla es brutal: se ensalza a los vencedores y se desprecia a los perdedores y todo lo que pase entre medias no es asunto de la legalidad. La imagen que nos presenta Perec de la isla tiene gran resonancia, aunque también cierta distorsión macabra, con el modelo de sociedad espartana donde las privaciones y vejaciones eran parte del endurecimiento del futuro guerrero. Lo que ocurre (eso lo observaremos hacia el final) es que las privaciones y vejaciones en la isla W no tienen ningún sentido ni ningún fin más allá de la esclavitud y el exterminio, algo que sin duda acerca a Perec al modelo de los campos de concentración nazis. Como nos dice el autor al final, en esos campos había competiciones idiotas tales como cronometrar cuanto tardaban los internos en desnudarse y vestirse mientras se les molía a palos con porras. En vez de hercúleos atletas helenos, el autor retrata al final los patéticos campeones de W: malnutridos, con calvas, muertos de hambre, cuyas marcas (23 segundos en 100m), más que generar admiración, dan pena.