martes, 23 de agosto de 2016

Quijotes Olímpicos

Diecisiete medallas para la delegación española en estos juegos de Río. La mayoría de ellas provienen de disciplinas que en nuestro país no pueden considerarse profesionales. Es decir, que los que se dedican a ello no pueden vivir de ello. Campeones y campeonas de gimnasia rítmica, piragüismo, halterofilia, bádminton, natación o bici de montaña, por nombrar algunas de ellas, lo son a pesar de —no gracias a— el sistema estatal para el descubrimiento y desarrollo de talento en tales disciplinas. ¡Ah no! Se me olvidaban las becas del tan cacareado plan ADO (Asociación de Deportes Olímpicos). Es cierto que antes de 1988, año en el que se implanta por primera vez el programa para preparar la Olimpiada de 1992, ni siquiera existía algún tipo de ayuda seria. Sin embargo, el gran problema para los deportistas está un paso antes de llegar a esas becas. Como decía hace poco en una entrevista de radio la madre de Sabina Asenjo, lanzadora de disco que participó en estos juegos, hasta que se logran conseguir ciertos resultados, todo el peso y esfuerzo de la carrera deportiva del atleta recae sobre el entorno más cercano, normalmente la propia familia. El problema del planteamiento en materia deportiva en nuestro país, como en muchos otros ámbitos tales como la cultura o la ciencia, reside en un error de base resumido en esta idea: primero demuestra que eres bueno y luego ya, si eso, te ayudamos un poco. No se entiende, como si lo hacen en otros países, que para que salgan resultados debe invertirse con planificación antes de que esos talentos aparezcan de por sí. Ya sé que la mentalidad es que todos aquellos en formación (el becario como depositario genérico de todos los males) no trabajan de verdad o están chupando del bote porque de momento su rendimiento no es el óptimo ni asegura nada. ¡A ver si vamos a estar pagando a un jeta que solo quiere vivir de la sopa boba! Pues claro que alguno de los casos va a resultar un fiasco y no va a llegar a nada. Pero es el precio que hay que pagar (de ahí la inversión) para que salgan más medallistas.
De momento, en lo único que confían los del plan ADO es que sigan llegando a sus orillas quijotes olímpicos que recoger y, entonces sí, apoyar. Deportistas que creen en un sueño loco, quimérico, absurdo de todo punto si se compara el desarrollo de su modalidad deportiva en nuestro país respecto al desarrollo de la misma en otros que son grandes potencias. Carolina Marín en bádminton quizá sea el ejemplo más claro de lo que comento aquí. Una chica de Huelva que en su búsqueda solitaria es capaz de derrotar a todo el continente asiático sin más pertrechos que su determinación inquebrantable y el apoyo de entrenadores y allegados presenta un ejemplo digno de asombro y maravilla. Gente increíble, como Carlos Coloma que consiguió medalla de bronce en la modalidad de bici de montaña y que no contaba en las quinielas para tocar metal. En un acto de genialidad, Coloma decidió que en su preparación de cara a Río iba a entrenar boxeo como forma complementaria de mantener ritmo y fluidez cuando las cosas se pusieran realmente duras encima de la bici. La cosa funcionó a las mil maravillas. Estos dos deportistas sí cuentan con plan ADO pero, ¿qué ocurre con todos aquellos que no tienen la posibilidad de poder cruzar el abismo que separan los inicios hacia algunas de las aún insuficientes ayudas? Podemos dar la respuesta romántica de que el o la que verdaderamente quiere llegar es capaz de pasar todo tipo de penurias hasta alcanzar su meta. Sí, sin duda ejemplos de estos hay en deporte. Sin embargo, seguiremos errando el tiro si pensamos que esa es la forma más inteligente para desarrollar talento deportivo en disciplinas que no cuentan con el apoyo de competiciones profesionales y que son, por otro lado, las que más medallas nos aportan en los Juegos Olímpicos.