lunes, 1 de diciembre de 2014

Violencia en el fútbol: algunas claves para su interpretación

Aún conservo el mal cuerpo tras ver las imágenes en televisión de la pelea entre ultras que se ha cobrado la vida de uno de ellos en el Madrid Río el domingo por la mañana. Lo idiota del asunto, lo absurdo del mismo me hace estar aún más si cabe lejos del universo del fútbol en este país. Sin embargo, si queremos evitar que esto siga pasando, debemos hacer un esfuerzo por comprender el fenómeno y no zanjarlo con diagnósticos o medidas apresuradas. Creo que el mejor punto de partida lo da el grupo de Leicester que estudió el tema del vandalismo en el fútbol inglés en los años 80 (véase su libro “The roots of football hooliganism”). Su tesis principal habla de que existe un nexo común entre todos esos grupos: el entendimiento de una “masculinidad agresiva” expresada fundamentalmente por el saber pelear que se daba entre las facciones duras de la clase obrera inglesa. En el caso español el cuadro se complica debido a la gran influencia de las posiciones políticas derivadas de la división emocional extrema de derecha/izquierda vinculada a la Guerra Civil y la dictadura a la que está unida la conflictiva composición del estado español. Así no hay vinculación exclusiva de clase, sobre todo en el lado más conservador (ultras de extrema derecha) ya que la proveniencia de círculos vinculados a lo militar (ejército) o paramilitar (fascismo) hace más compleja la articulación de estos grupos (y que explicaría la existencia, si bien más minoritaria, de casos ultras con posiciones sociales más elevadas). El fútbol solo es un altavoz muy relevante (al ser un deporte de gran trascendencia) para establecer ese ranking entre aficiones, que compiten a modo de ocio salvaje (sí, aunque nos pueda parecer extraño, les apasiona la intoxicación emocional que provocan esas peleas multitudinarias). Creo también que el propio fútbol expresa en gran modo ese “coto de masculinidad” que resuena perfectamente con los valores que esos grupos quieren expresar. Además, los propios medios de comunicación alimentan con sus narraciones épicas la confrontación simbólica de forma irresponsable y eso puede avivar más si cabe el fuego del que se nutre la rivalidad de tales grupos.
Todos estos factores estructurales hacen muy difícil que la solución sea tan simple como expulsarlos de los estadios y así negar su existencia (como dijo Cerezo: “esto no tiene nada que ver con el fútbol. Los incidentes pasaron muy lejos del estadio Vicente Calderón”). Como afirmaba Elias, eso tan solo es poner la violencia “tras la escena”, en sitios donde no moleste tanto nuestra sensibilidad civilizada. Sin embargo, no acabará con el problema. Por tanto, veo difícil que la solución sea meramente policial o de mano dura por parte de los clubes sino se atajan patrones culturales más amplios en los cuales se sustentan las relaciones agresivas de identificación entre grupos nosotros-ellos por parte de los aficionados ultras de fútbol.

martes, 14 de octubre de 2014

Coco Ho o la feminidad permitida

ESPN Magazine ha publicado hace poco un reportaje sobre la competidora Coco Ho surfeando desnuda sobre su tabla en Hawaii. A partir de aquí su popularidad ha aumentado espectacularmente y muchas marcas publicitarias buscan ahora poder arañar algo de ese repentino éxito. Es cierto que la propia deportista está muy orgullosa de poder haberse mostrado haciendo su deporte en vez de posar en un decorado preparado y que muchas de sus compañeras la apoyan debido a la atención que puede atraer hacia la modalidad deportiva. Lejos de esgrimir argumentos puritanos de indecencia, creo sin embargo que este ejemplo es simplemente uno más dentro de la concepción que desde la masculinidad hegemónica (que define el deporte legítimo y verdadero) se hace de la mujer deportista y de su cuerpo.
Los casos de los trajes de las jugadoras de volei-playa o baloncesto femenino o el fenómeno Sharapova. El último ejemplo en esta línea es nuestro país ha sido protagonizado por la actual campeona de España de 800 m, Jadilla Ramouhni, que ha aparecido en la portada de Interviú como forma de promocionarse y poder pagarse una carrera deportiva. La idea es simple: mujeres de éxito sí pero solo si se adhieren a la imagen adecuada de género, que en el caso de la mujer parece estar irremediablemente ligada a la estética y a la seducción, sea en deporte o en otros campos (piénsese en aquello que une la línea generacional de estrellas musicales como Madonna, Beyoncé, M.Cyrus). Por eso, mujeres deportistas que reivindican su belleza son celebradas y reconocidas pero mujeres deportistas cuyo cuerpo no es “femenino” (piénsese en el caso Semenya) suponen amenaza y rechazo.

jueves, 9 de octubre de 2014

W

Este libro de Georges Perec podría llamarse más bien W o el reverso oscuro del olimpismo porque presenta la metáfora más brutal de lo que podría llegar a ser el deporte como forma de control social. El libro está compuesto de dos historias entrelazadas: la primera (escrita a los 12 años) sobre una isla en Tierra del Fuego llamada W en la que reina el ideal olímpico de Citius, Altius, Fortius y la segunda en la que el propio Perec nos va narrando su infancia de exiliado (Perec era judío) con el surgimiento del Nazismo a Europa. En principio ambas historias parecen no tener mucha relación pero poco a poco su unión va tomando cada vez más sentido hasta el corto capítulo final donde claramente el autor vincula el régimen instaurado en la isla W con los campos de concentración nazis, incluso citando al propio Pinochet como figura que conecta ambos lugares. No olvidemos que el propio Hitler organiza las olimpiadas de 1936 como forma de ensalzamiento de la raza aria, idealmente presentada en ese documental megalómano de Leni Riefenstahl llamado “Olympia”. La conexión olimpismo-nazismo está muy patente en la consciencia del escritor y a lo largo de todo el libro.
Los primeros capítulos sobre la vida en W parecen describir esa imagen idílica que tenemos del deporte olímpico. Hay cuatro poblaciones cuyos atletas compiten en cuatro tipos distintos de juegos por ser el mejor y coronarse con la victoria y el máximo reconocimiento del público. La cosa es algo rara en cuanto que los atletas no hacen nada más en si vida que entrenar y competir, cada día, cada mes, cada año hasta que se retiran. Poco a poco Perec nos va mostrando lo perverso y tétrico de la propia organización. Por ejemplo solo los vencedores tienen derecho a una buena comida, alimentándose los demás de restos. Para que no siempre venzan los mismos, los jueces cambian de forma arbitraria las reglas, dando ventajas de salida a unos u otros, instaurando así la continua incertidumbre del fracaso y la derrota. Si bien está prohibido, se fomenta el engaño, la traición e incluso el asesinato de competidores. Las mujeres solo compiten en una prueba en la cual les dan una vuelta de ventaja tras la cual salen los hombres para capturarlas como botín personal. Los novicios, que hasta los quince años habían disfrutado de la felicidad de la vida en la isla, son repartidos entre los campeones y tratados como peones estratégicos para desestabilizar a los rivales. Como dice varias veces Perec, la ley que impera en la isla es brutal: se ensalza a los vencedores y se desprecia a los perdedores y todo lo que pase entre medias no es asunto de la legalidad. La imagen que nos presenta Perec de la isla tiene gran resonancia, aunque también cierta distorsión macabra, con el modelo de sociedad espartana donde las privaciones y vejaciones eran parte del endurecimiento del futuro guerrero. Lo que ocurre (eso lo observaremos hacia el final) es que las privaciones y vejaciones en la isla W no tienen ningún sentido ni ningún fin más allá de la esclavitud y el exterminio, algo que sin duda acerca a Perec al modelo de los campos de concentración nazis. Como nos dice el autor al final, en esos campos había competiciones idiotas tales como cronometrar cuanto tardaban los internos en desnudarse y vestirse mientras se les molía a palos con porras. En vez de hercúleos atletas helenos, el autor retrata al final los patéticos campeones de W: malnutridos, con calvas, muertos de hambre, cuyas marcas (23 segundos en 100m), más que generar admiración, dan pena.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El arte de la guerra para banqueros indecentes

Ayer volviendo en coche a casa iba cambiando el dial y se paró en alguna emisora empresarial, no sé si gestiona radio o algo así. Hablaban del fallecimiento del gran hombre que dejaba a España huérfana y sin rumbo, ese gran banquero de la marca España. Hablaban también de cómo se relajaba en su jet privado leyendo; su libro de cabecera era el clásico de Sun Tzu, “El arte de la guerra”. Nada original en este tipo de personajes. Algo que ya pusieron de moda los brokers de Wall Street que debían pensar que en la jungla financiera reinaba la lógica bélica. Tengo que confesar que me revienta el uso que desde el uso empresarial se ha tratado de dar a las obra de artes marciales (cuya versión light para todos han sido las obras de autoayuda tipo “El monje que vendió su Ferrari”). Creo que lo único que hacen con eso es tratar de dar una pátina de refinamiento y sofisticación a sus prácticas salvajes y faltas de ética. ¿Y no consiste en esto la guerra? Pues no exactamente.
Para generales como Sun Tzu el asunto bélico no era liviano, en primer lugar porque ellos se jugaban el cuello en el campo de batalla. Se conocen pocos banqueros que no mueran de viejos, a gustito en su casa y forrados de pasta. Se habrán sentido muy machos alfa (como les gusta también la fanfarria darwinista) cortando cabezas de subordinados o acallando la voz de accionistas en las juntas, pero exponer de verdad su pellejo, lo justo. Generales como Sun Tzu, al ir a la guerra defendían a un pueblo al que representaban. Banqueros infames como el nuestro solo representan sus propios intereses a expensas de las poblaciones, incluso de las que se supone que son su gran marca. Generales como Sun Tzu tenían que matar a gente con sus manos y eso creo que da una perspectiva muy distinta de lo que vale una vida que simplemente dejar que la maquinaria aséptica e indolente del juego de acciones siembre tempestades económicas en lugares en los que lo mismo aparece la hambruna que cae de golpe y porrazo el mal de los desahucios sobre una población que lo merecía por irresponsable. Y me da por pensar que ahora tendrás de verdad que rendir cuentas por fin ante Sun Tzu y explicarle cómo y por qué manchaste su nombre y su obra con tu legado indigno que él nunca hubiera aprobado.

martes, 12 de agosto de 2014

Mecanismos activos de seguridad vs. protecciones pasivas

Una de las mayores grandezas de las actividades físico-deportivas es que nos permite explorar nuestros propios límites y eso puede llevar a un proceso de conocimiento y crecimiento personal muy interesante. Si bien esta dimensión se puede encontrar en cualquiera de esas disciplinas (incluso en aquellas donde parece que el valor máximo es la competición por la victoria), cobra especial interés en actividades como las artes marciales o los deportes extremos, dos vías aparentemente desconectadas pero con muchos puntos de unión, sobre todo en lo que concierne al propio control y manejo del miedo. El miedo es un mecanismo natural de protección muy interesante. Sin miedo no duraríamos mucho tiempo; pereceríamos ante cualquier imprudencia o temeridad. Estar loco (no tener miedo) no es lo mismo que ser valiente (comprender y controlar el miedo). Lo que ocurre en que en las condiciones de vida que tenemos en nuestras sociedades occidentales las oportunidades para probar y refinar ese mecanismo natural tan útil se ven seriamente limitadas. Es una buena noticia que la mayoría de nosotros no tenga que experimentar los horrores de la guerra para poder conocer su miedo y que tengamos un tipo de actividades donde poder experimentar con ciertas condiciones de seguridad. En sociedades cada vez más miedosas (el crecimiento del número de seguros para todo es una buena muestra de ello) sería bueno que recordáramos lo que Eskil Ronningsbakken, equilibrista de lo extremo, utiliza como metodología de trabajo: “La única medida de seguridad que uso es mi fuerza mental y el miedo es una protección natural que te agudiza los sentidos cuando más los necesitas”. No hace falta llegar a los niveles de destreza de Eskil (para seguir algunas de sus peripecias, visitar http://globalbalancing.com/#!/page_main ) o a las hazañas de Alex Honnold escalando sin cuerdas las escarpadas paredes de Yosemite.
Quizás, los límites de estos superatletas estén más allá de la mayoría de nosotros y sería suicida seguir tan lejos ese camino. Sin embargo, lo que dice Eskil debería alertarnos sobre una medida establecida como sentido común y que considero puede llegar a ser bastante perniciosa: la utilización de protecciones pasivas (casco, coderas, colchonetas, etc.) como ilusión de seguridad. Según el nivel de habilidad que tengamos podemos hacer ciertas cosas, llegar a ciertos límites más allá de los cuales el peligro de lesión o accidente es bastante posible. Con el nivel de habilidad también me refiero al uso de recursos para poder solventar posibles problemas que surjan de modo inesperado durante la ejecución (por ejemplo mediante las caídas que se practican en artes marciales pero también el control mental para mantener la compostura ante una situación potencial de pánico durante la escalada).
Tanto el miedo (que nos alerta precisamente de los límites de seguridad) como los recursos para solventar las posibles situaciones inesperadas (tales como caídas o la fuerza mental) son medidas de protección activa muy valiosas. Pero, si como digo, en sociedades donde en vez de desarrollar y refinar esos mecanismos activos de protección los embotamos constantemente y lo único que hacemos es ofrecer(vender, hacer negocio dentro de una lógica capitalista del miedo) una falsa seguridad mediante protecciones pasivas puede que lleguemos a tener más accidentes aunque vayamos mejor protegidos que si fuéramos sin nada. El verdadero peligro es tener el accidente, no si vas o no protegido. Las protecciones pasivas pueden hacer que te confíes e intentes cosas para las que, por tu nivel de habilidad, aún no estás preparado. Solo si conoces bien tus límites (teniendo el mecanismo del miedo bien engrasado) minimizas al máximo el riesgo. Por eso, tanto las artes marciales como deportes extremos, donde la progresión en la actividad implica de modo necesario el manejo del miedo y desarrollo de recursos de seguridad, pueden considerarse actividades de gran valía. La utilización de protecciones pasivas en esa progresión no se basa en el todo o nada sino que su introducción en la justa medida es otra parte más de un buen diseño del programa de entrenamiento, siempre teniendo en cuenta que las medidas de protección activas son las más importantes.

lunes, 28 de julio de 2014

El prometeo paralímpico

Por fin ha pasado. Este fin de semana, el saltador Markus Rehm ha ganado el campeonato alemán de salto de longitud. ¿Qué ha pasado? Que un competidor considerado paralímpico (Rehm salta con una prótesis en su pierna derecha) haya ganado una competición en la que participaba con competidores considerados “normales”. El deporte, debido a su alto grado de exposición mediática, es un campo fundamental para la definición de la “normalidad” de los cuerpos y lo hace desde un punto de vista biologicista, vinculando capacidades y naturalezas humanas. Es así como se establece paridades opuestas en la cuestión de la raza (blanco/negro), sexo (hombre/mujer) o grado de discapacidad (deportista/deportista discapacitado). Por eso, todo aquello que aparezca como amenazador de tal normalidad, que pretenda subvertir y traspasar los límites de las categorías siempre aparecerá como algo problemático y sospechoso.
El caso Pistorius fue un primer aviso sobre lo que parece que Rehm apunta: la inversión del espectro sobre deporte bueno/deporte secundario que se asimilaba a la relación deporte olímpico/deporte paralímpico. Rehm es un paralímpico que ha ganado a aquéllos que deberían estar por encima de él en marcas. La reacción de protesta no se ha hecho esperar; ya se están investigando las prótesis a ver si le pudieran dar cierta ventaja competitiva sobre sus oponentes. Sin embargo, si nos fijamos bien, esa ventaja competitiva de las naturalezas de algunos participantes no es algo problemático de por sí, siendo admirada y celebrada (piénsese en un Usain Bolt por ejemplo) siempre que estén dentro de las categorías fijadas. Es decir, la cuestión sobre la ventaja competitiva es algo que solo aparece como sospechoso, asociado a la trampa, en casos que son problemáticos porque cruzan fronteras de normalidad (como éste caso de Rehm o el de Semenya en el deporte femenino o en los casos de atletas negros de principios de s.XX cuando existía la barrera de color). Ahora bien, esas categorías normales son históricas y el ejemplo de Pistorius o Rehm quizás solo sean una forma muy evidente de mostrar que la definición de naturaleza humana, debido a su relación tan peculiar con la tecnología, está verdaderamente cambiando. Esto implicaría por ejemplo que en un futuro próximo se borrara la propia distinción olímpico/paralímpico.

miércoles, 23 de julio de 2014

The Art of Learning-Josh Waitzkin

The Art of Learning (El arte de aprender) nos cuenta el estilo de aprendizaje que fue desarrollando a lo largo de su carrera competitiva Josh Waitzkin. Y este no es un tipo cualquiera. ¿Os acordáis de la peli En busca de Bobby Fischer? Pues está basada en el libro que el padre de Josh escribió sobre su hijo, un niño prodigio del ajedrez estadounidense. Con siete años solía jugar partidas rápidas en el parque con tipos de la calle, listos como zorros. Con catorce se le concedería el título de Gran Maestro, superando en precocidad por unos meses al propio Fischer. Ganó varios títulos nacionales y mundiales y estaba llamado a ser una leyenda. Pero ahí no quedan las hazañas de Josh. Tras sentirse desconectado del ajedrez (debido en gran parte a la popularidad que vino con la película) decidió desarrollar su talento en una disciplina que aparentemente no tenía nada que ver:Tai-chi. Poco a poco fue aprendiendo y haciéndose cada vez mejor en el estilo competitivo conocido como push –hands, llegando a ser campeón nacional varias veces e incluso campeón del mundo en Taiwan, contra los verdaderos especialistas asiáticos. Por si fuera poco, en la actualidad Josh pretende ser campeón mundial en una tercera disciplina, el Jiu-jitsu brasileño, habiendo conseguido en la actualidad el deseado cinto negro estudiando bajo la dirección de Marcelo García.
Con estos detalles biográficos solo quiero apuntar que algo debía estar haciendo bien este neoyorkino para que pudiera llegar a la excelencia en tan diversas materias. ¿O no son tan diversas? El primer punto interesante de Josh es su capacidad para ir integrando en cada nueva actividad lo aprendido anteriormente. El modo en que el autor utiliza analogías y metáforas para hablar de estrategias y principios pretende hacer ver que no es tanto la disciplina en cuestión sino el método. Precisamente es su método el que presenta este libro, intercalado de forma magistral con las distintas fases de su vida competitiva de autoconocimiento (que es al final el motor principal de su búsqueda experiencial). El libro no es el típico manual de autoayuda tan al uso en estos tiempos. Como digo, la narración está repleta de vivencias muy significativas para cualquiera que haya practicado algún tipo de deporte. Y lo hace con bastante calidad narrativa. Por ejemplo, la descripción de la competición final por el campeonato mundial de push-hands es vibrante y me parece que supera con creces la emoción que produce ver las propias imágenes sobre ese tipo de actividad. De los distintos consejos que Josh da al lector me quedo con uno que es fundamental para crecer en cualquier actividad en la cual estemos interesados, no solo en actividades deportivas. Dice que para perfeccionar las capacidades propias debemos “invertir en las derrotas”. Básicamente, si no te pones a prueba porque solo quieres mostrar aquello que te sale bien, si evitas situaciones en las cuales no tienes tan claro que podrías salir vencedor ya has puesto tus propios límites. Nunca podrás ir más allá porque no concibes la idea de que el fracaso forme parte esencial del proceso de aprendizaje. Ver que no eres tan bueno como te creías puede acabar con tu moral (esto no es para mí) solo si tienes una visión estática sobre lo que significa la capacidad o el talento. Lo que vemos a lo largo de todo el libro es que Josh, si bien tenía un talento natural (sobre todo para el ajedrez) lo que le diferenciaba del resto era una pasión obsesiva por la actividad que se traía entre manos. Es esa capacidad de análisis enfermiza la que le permitió ir escalando poco a poco y construyendo una mayor maestría, pasando por encima de tipos que creían que eran demasiado buenos y por eso habían dejado hace tiempo de mejorar. ¿Algo más que añadir? Pues que si no os habíais convencido ya de que Josh es un tipo que se sale de los moldes normales, quizá deberíamos añadir que en la actualidad ayuda en el desarrollo de un proyecto muy interesante junto a RZA sobre hip-hop y ajedrez como medio educativo en barrios problemáticos. http://www.hiphopchessfederation.org/schoolprograms.html Si queréis saber algo más sobre el libro, ya sabéis… tendréis que leerlo.

viernes, 11 de julio de 2014

Dos campeonas frente a frente

“Es como una maratón pero sin entrenamiento” decía una de las allí presentes. Bueno, a mí me parecía más bien que ella estaba participando en una competición de halterofilia, por el esfuerzo y la tensión que hacía en cada uno de los pujos, que no tenían final. Esperar a que llegara el próximo movimiento sísmico y aprovechar la fuerza de la ola para avanzar un poco más. Una y otra vez. Sin remedio. Al mismo tiempo algo fatalista y cargado de ilusión. Al otro lado estaba una pequeña espeleóloga, atravesando un túnel cavernoso sin saber hacia dónde conduciría ni cuando llegaría a su fin. Cada poco tiempo notaba las sacudidas que la obligaban a seguir su descenso. Sin remedio. Al mismo tiempo algo fatalista y cargado de ilusión. Ahí estaban, ellas dos, mano a mano. Yo, testigo mudo de la proeza que estaban llevando a cabo. Dos campeonas frente a frente, no compitiendo, sino cooperando por un bien común.

viernes, 6 de junio de 2014

Que nadie haga nada

La cuestión de las instalaciones deportivas (como pasa también con aquellas que desarrollan actividades culturales) en la Comunidad de Madrid se entiende solo y exclusivamente dentro de un modelo de producción económica, auspiciado en cada caso por la supervisión política. Eso de que la gente pueda tener iniciativa no lucrativa para desarrollar algo en lo que están interesados pero que nadie va a hacer nada por desarrollar desde el ayuntamiento no parece encajar en dicho modelo.
La historia: no había instalaciones indoor para practicar BMX; estos chicos deciden construir una dentro de una nave abandonada, dentro del colectivo del centro social La Traba y empiezan a practicar la actividad que les fascina y a realizar diversas actividades y concentraciones relacionadas. ¡Qué novedad! ¡Qué sorpresa!¡Quieren desalojar el centro social! Está clara la retahíla de justificaciones que se traerán al caso: que si el edificio no era suyo, que son okupas subversivos, panda de vagos y maleantes que no aportan nada al barrio. Bueno, esperable dentro de la deleznable política a la que nos tienen acostumbrados los mueve-hilos de esta ciudad. Que nadie haga nada sin que ellos lo manden; que nadie se organice si no pasa por sus manos. Es decir: que te van a dar dos duros si te gusta la bici en Madrid y quieres practicarlo a cubierto. Justo ahora que empieza a haber necesidad de encontrar enemigos mediáticos en los que cargar tintas… ¿Hay cierta relación con los desalojos de la semana pasada en Barcelona? Por Dios, que venga ya el jefe del estado mayor (futuro rey) para poner orden en este caos en el que nos quieren sumir los okupas; el pacto social está en peligro. Aquí va el link por si queréis saber más: vimeo.com/95259574

lunes, 5 de mayo de 2014

Fútbol como acumulación sin límite

El deporte, más concretamente el fútbol, ha dejado hace tiempo de ser ya un mero entretenimiento en el que nos divertimos y vemos reflejada nuestra mejor cara (oh, ¡valores del deporte!) para convertirse en un negocio que comercia con las emociones. No me refiero a que el fútbol no tratara siempre sobre lo emocional, sobre eso que se llama el sentimiento y la pasión de los aficionados, sino que ahora más que nunca se utiliza para hacer suculentos negocios político-financieros con la coartada perfecta de que la gente necesita el fútbol (casi) más que comer o que estar sano. Los casos de corrupción, dinero negro e ingeniería financiera para evadir impuestos que mueve este juego, las inversiones provenientes de sectores como la construcción o el petróleo…son manifestaciones más o menos visibles o encubiertas de una misma lógica: hacer y ganar más dinero.
Para Marx, lo que distingue al capitalismo de cualquier otro tipo de sistema de producción anterior es la acumulación ilimitada de capital, siguiendo un ciclo de ahorro-inversión sin fin; lo que en jerga empresarial (que ya es el nuevo sentido común) sigue expresándose con el mantra del crecimiento ilimitado. Para Wallerstein los capitalistas eran como ratones en una rueda que solo querían ir más rápido (ganar más) para ir aún más rápido (para seguir ganando más), sin un fin más allá. Los aficionados de fútbol no son siquiera los ratones; son los que soportan la rueda para que corran sobre ellos dando patadas a un balón mientras se regodean de lo bien que son pisoteados. Eso sí, con mucho estilo y con mucha emoción.

jueves, 6 de marzo de 2014

Golpe al barbudo

La próxima vez que te dé un rebrote de machismo deportivo, sigue estas simples indicaciones: 1. Localiza un ginmasio de boxeo en la zona en el que haya chicas entrenando. 2. Entra y pide que te dejen probar una clase. 3. Pide que te permitan hacer guantes al final de clase y elige, estratégicamente, una chica que veas más pequeña que tú pero que lleve algo de tiempo boxeando. 4. Al primer golpe en la nariz verás como experimentas un despertar agudo sobre eso de que va la igualdad de géneros en deporte. Terapia de shock;funciona seguro.
Pd: en el audio hay una errata; el récord de altura de mujeres está en 2.09, más alto aun de lo que creía. ¿Alguno se anima?

martes, 25 de febrero de 2014

Lo que los ordenadores no pueden hacer

Ése era el título del provocativo libro que Dreyfus escribió en los años 70. La cosa tenía su miga, porque Dreyfus era profesor del MIT y estaba rodeado por toda una serie de conversos tecnológicos de la inteligencia artificial, boyante en esa época. Imagino las sonrisillas irónicas de éstos cuando se topaban con este filósofo que predicaba ─sin mucho sentido a su parecer─ los límites de la inteligencia artificial. Algo distinto debieron pensar cuando, veinte años después, Dreyfus volvía a escribir “Lo que los ordenadores (todavía) no pueden hacer” y las promesas de los informáticos e ingenieros del MIT estaban aún muy lejos de parecerse a la cognición humana. El argumento de Dreyfus es sencillo: los ordenadores entendidos como meros procesadores de inputs-outputs no pueden desarrollar una cognición como la humana porque carecen de un sentido común acerca de una infinidad de circunstancias contextuales que se dan en las situaciones de nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, lo que necesito comprar para comer esta semana no depende solo de lo que me falte en la despensa y que normalmente compro sino que puede depender de cosas tan dispares como que es el cumpleaños de mi padre y eso implica que tendré que preparar un día algo especial; estoy malo del estómago y tendré que cocinar algo suave; mi pareja tiene dos reuniones esta semana con lo que no comerá aquí; el fin de semana comí mucha carne y esta semana entonces comeré menos etc… No hay capacidad para incluir en algoritmos toda esa serie infinita de circunstancias ad hoc que cambian de vez en vez. La primera de las guerras hombre-máquina de la época reciente es la protagonizada por Deep Blue vs Kasparov a mediados de los 90 del siglo pasado. En principio, el ajedrez era un terreno muy favorable para Deep Blue porque el desarrollo del juego era en un espacio de casillas cerrado en el cual no había necesidad de ejecución técnica. Esto planteaba el evento como un mero problema de cálculo. Sin embargo, si bien Deep Blue ganó partidas, también lo hizo Kasparov. La técnica del humano era desarrollar patrones de juego creativos, inesperados, que sorprendieran a la “lógica ajedrecística” programada en Deep Blue. La idea era la misma que en Dreyfus: aunque el ordenador pueda ganar a cualquier humano en capacidad de computación bruta de datos, ningún ordenador es capaz de entender los dobles sentidos o un chiste que le haga gracia a un niño de 10 años o una invención creativa del juego que fuera atípica pero efectiva. De hecho, Kasparov criticó duramente que en la habitación de los técnicos de juego estuvieran otros grandes maestros de ajedrez que podían “ayudar a orientar” al ordenador hacia direcciones razonables de juego y que anularían el factor sorpresa. Llegamos al presente: en 13 días tendrá lugar en China un partido de pingpong (lo podéis seguir en directo en http://www.kuka-timoboll.com) entre el brazo robótico KUKA KR Agilus y la leyenda de ese deporte, Timo Boll. En principio, a favor del robot estaría el hecho de que es un juego bastante cerrado, vinculado a trayectorias y espacios bien definidos y que la velocidad, fuerza y precisión del brazo deben ser superiores al del humano.
Sin embargo, yo apuesto por Timo Boll. Dos razones: no creo que la KUKA sea capaz de interpretar los movimientos de Timo, que son determinantes para saber cuál es la acción que va a desarrollar. Vinculado a lo anterior, la máquina no va a poder saber si las bolas vienen con algún efecto (sea backspin, topspin o slide) si se basa ─como creo que hará─ en la mera detección de trayectorias simples. ¿Te atreves a hacer tu predicción? Déjala en los comentarios.

miércoles, 22 de enero de 2014

Liga de fútbol profesional: la metáfora neoliberal

No podríamos encontrar un ejemplo mejor que la liga de fútbol profesional en nuestro país para explicar cómo funciona la economía de mercado global que presenta el neoliberalismo. Para ello, solo tenemos que imaginar que los equipos son países. En este terreno de juego que teóricamente es igual para todos y en el que todos los equipos intercambian libremente sus mercancías (léase, jugadores), vemos enseguida que hay algo que funciona de forma extraña en realidad. Más que una buena autorregulación del mismo que haría imposible grandes desajustes entre los diversos equipos, la liga del fútbol español se ha convertido básicamente en cosa de unos pocos; bueno, más bien de dos.
El supuesto modelo teórico ideal del mercado futbolístico donde incurren libremente y en igualdad de condiciones los equipos dista mucho de ser real. Los grandes equipos nunca han jugado en igualdad de condiciones: ni el presupuesto monetario con el que parten es igual al de sus competidores, ni el trato de favor del que han gozado como sociedades anónimas (especie de proteccionismo estatal) les ha puesto a la misma altura. Esta brecha inicial no ha dejado de acrecentarse y les ha permitido acumular y reinvertir capital en un ciclo sin fin: grandes fichajes y venta de derechos televisivos/ merchandising son los extremos de esa rueda. Según datos ofrecidos por Deoitte Footbal Money League, el Real Madrid fue el club europeo con más ganancias en 2013, 512 millones de euros (siendo el primero en superar los 500 en una temporada) y el Barça el segundo, con 483 millones. Si miramos los datos de años anteriores, la tendencia nunca ha dejado de crecer, ni en tiempos de crisis. Decía que la liga profesional de fútbol era una metáfora de la autorregulación del mercado a nivel global. La polarización en la liga es cada vez más evidente y las desigualdades y asimetrías en la competición cada vez más difíciles de revertir. Más que autorregularse, la propia dinámica del mercado acabará generando equipos súbditos, meras comparsas que tratarán de mantener su puesto sin desaparecer a cambio de ayudar a los de arriba a disputarse los verdaderos beneficios.

jueves, 16 de enero de 2014

Disciplina, jerarquía y libertad

Para mí, una de las cuestiones más controvertidas acerca de las artes marciales es la cuestión de la disciplina. Me horroriza escuchar cada vez que alguien apunta a su niño eso de “ahí aprenden disciplina”, cuando lo que muchas veces quieren decir es que van a aprender a respetar el orden y la jerarquía. Esa visión tan reduccionista del asunto no atiende más que a una imagen distorsionada de las artes marciales vinculadas al militarismo japonés que se desarrolló en el s.XX.
Creo que lo verdaderamente interesante de la disciplina de las artes marciales (transferible a otra actividad) se refiere al desarrollo de una voluntad personal para llevar adelante lo que te propones. Es decir, no dejarse amordazar por la pereza o por el miedo. Decía un poeta chino del que no recuerdo el nombre que la disciplina es compañera de la libertad. Precisamente, sin esa disciplina propia es imposible llegar a desarrollar lo que te propones. Nunca vas a llegar a desarrollar esa libertad que, según Bakunin consistía en desarrollar, cada uno de nosotros, todo el potencial que traíamos dentro y ayudar a los demás también a lograrlo. La disciplina que te inculca respetar la jerarquía para medrar, para obtener dinero y así poder comprar tu libertad es la disciplina del esclavo, del miedo y de la muerte en vida (esa acumulación inagotable llamada capital).