jueves, 22 de diciembre de 2022

Del orientalismo espiritual de Karate Kid (1984) al conservadurismo white trash de Cobra Kai (2018)

Karate Kid (1984) habla sobre la sociedad estadounidense de ese momento y los estereotipos existentes respecto a las artes marciales orientales. El protagonista principal es Daniel LaRusso, chico que se tiene que mudar con su madre separada a otra parte del país para encontrar un futuro mejor. Ellos encarnan a la familia desestructurada, de clase trabajadora, inmigrante (nótese el apellido italiano) que debe seguir adelante para labrarse un futuro; algo que tiene mucho que ver con el mito fundacional de la sociedad estadounidense. Por casualidad, Daniel se encuentra allí con un excombatiente japonés de la 2ªGM, el señor Miyagi, procedente de Okinawa y maestro de karate. El señor Miyagi representa en todo momento la figura del venerable sabio guerrero oriental, con su perilla blanca, con sus maneras calmadas y reflejos felinos.
Estos dos personajes (Daniel y Miyagi) son perdedores que van a dar la vuelta a su destino, superando a los que representan su némesis: Johnny Lawrence, el chico guapo del instituto y capitán del equipo de karate, y su instructor John Kresse, excombatiente de Vietnam y miembro de las fuerzas especiales; la máquina de matar. Mientras que Miyagi y Daniel siempre van de blanco y el símbolo que les representa en un bonsai (estética, delicadeza), Lawrence y Kreese van de negro, sin mangas (para enfatizar su estilo macarra) y el símbolo de su dojo (el Cobra Kai) es una cobra en posición de ataque. Ali Mills, la guapísima novia de Lawrence, hacia la que se ve atraído Daniel de forma irresistible, aparece como la excusa desencadenante del conflicto entre ambos. La pugna por la chica se acabará dirimiendo mediante el combate entre los dos chicos en el torneo de Karate. Por supuesto, Daniel gana contra todo pronóstico, utilizando una técnica secreta que su enigmático sensei japonés le ha ido enseñando en apenas unos meses. Llegamos ahora a la serie Cobra Kai en 2018 y las tornas se han invertido totalmente. Vemos a Johnny Lawrence como un representante de la white thrash americana, blanco de clase trabajadora que se ha quedado atrás en este nuevo mundo globalizado de deslocalización industrial. Lawrence aparece como un loser anclado en su pasado: usa un coche deportivo rojo antiguo que lleva aun cintas de música (con música rock de los 80), vive en un apartamento destartalado, haciendo chapuzas, bebiendo cerveza, con un hijo al que no ve hace mucho. Por el contrario, Daniel LaRusso es un brillante empresario que lleva un concesionario de coches, tiene una familia perfecta: la imagen del éxito americano, del hombre hecho a sí mismo (si bien el dinero le ha hecho olvidar su espiritualidad; ya no practica karate). En un momento de lucidez, Lawrence decide hacer algo con su vida y abre de nuevo el dojo Cobra kai. Curiosamente, sus alumnos son los chavales perdedores del siglo XXI: los débiles, los nerds, la chica obesa, el desfigurado; los que sufren bullying en el colegio. Lawrence no aguanta el modo sensiblero en el que se manejan estos chavales (guiño crítico a la sobreprotección de la infancia y juventud actual) y decide instruirles mediante su estilo agresivo de karate (“golpea primero, golpea fuerte, sin piedad” reza el escrito en la sala de entrenamiento). Este tipo de karate (negativo en la película Karate Kid) sirve para ayudar a los perdedores a levantar la cabeza y no resignarse ante los abusos. Este karate ha pasado a ser una herramienta positiva de empoderamiento para todxs ellxs y de redención para el propio Lawrence que vagaba sin rumbo.
Para entender cómo y por qué aparece ahora Cobra Kai como secuela de la película original hay que ampliar el foco de miras y entender fenómenos socioculturales más amplios que parecen conectar la actual época con lo que ocurría en los años 80: auge del conservadurismo y neoliberalismo en lo político; guerras culturales respecto a cuestiones identitarias; manifestaciones ostentosas (colores vivos, oro, etc) en el gusto y modos de vida. Cobra Kai no es la primera ni la última serie que se basa en la estética de aquellos tiempos. Quizá, la serie de éxito que major encarna tal enfoque ha sido Stranger Things. No obstante, en ese paralelismo entre ambas épocas hay algo que ha cambiado y que se aprecia bien en el paso de la película Karate kid a la serie Cobra Kai. El karate que aparecía en la película original como una crítica hacia una serie de valores de agresividad y competitividad boyantes en la década de los 80 (cuando la identidad sobre qué era ser americano se veía segura), se ha tornado 40 años más tarde (identidad americana amenazada en un mundo global) en un modo de añoranza nostálgica sobre un estilo de vida (americano) que era más duro, más bruto, pero menos complejo y más honesto.