martes, 17 de diciembre de 2013

No hagas deporte…si no pagas

El Anteproyecto de ley de la Seguridad Ciudadana propone multar a aquellos que hagan actividad física en lugares no habilitados para ello. Entiendo yo que esto se refiere a que no se realicen en instalaciones específicamente diseñadas para ello. Por supuesto la medida sin duda perjudicará mucho más a aquellos deportes cuya esencia reside precisamente en utilizar la ciudad como medio natural (urbano) de práctica y que difícilmente pueden restringirse a espacios claramente acotados. Pero aquí hay algo más que añadir y es la consideración que desde la oficialidad se haga sobre la bondad o maldad de esas prácticas: correr por calles, parques y plazas: ningún problema; realizar parkour, skate, street workout o cualquier uso de “bici crítica” será perseguido y criminalizado como uno de los mayores actos de vandalismo y violación de la convivencia pacífica entre ciudadanos. Éstos, los ciudadanos disfrutan de la ciudad caminando, viendo y comprando; o sentados, viendo y consumiendo. O corriendo y pagando inscripciones de carreras populares.Solo se entiende la ciudad a través de relaciones mercantilizadas.
La plaza de los Cines Luna, en la parte trasera de la Gran Vía, era un lugar de encuentro de los amantes del monopatín. Ayer pasé por allí y solo vi a un chaval que, tras cruzar a pie la plaza mirando a los lados con cierto recelo, se alejó patinando por una de las calles adyacentes. Ni rastro del skate allí. Sería imposible, entre otras cosas porque hay colocadas unas terrazas enormes donde los ciudadanos disfrutan de la ciudad consumiendo sus churros con chocolate o demás bebidas que mantengan el cuerpo caliente en este invierno tan frío. Justo antes de pasar por allí me había bajado en la estación de Gran Vía y dirigiéndome a la salida me pareció atravesar un gran centro comercial en el que se nos animaba a comprar el último modelo de Adidas. La metáfora es clara: o pagas algo en algún lado a alguien o deberías dejar de hacer deporte.

martes, 3 de diciembre de 2013

Dopaje deportivo-dopaje académico

Uno de los lugares comunes al hablar del deporte actual es el del problema que representa el dopaje como forma fraudulenta de pervertir el sistema de competición. Muchas veces se presenta la cuestión como si de un mero dilema moral se tratara, como si la cuestión de la responsabilidad individual nos fuera a dar todas las claves para entender por qué el dopaje se ha convertido en una práctica normal dentro del deporte de élite. Como nos recuerdan los sociólogos de la escuela de Leicester, la cuestión del dopaje sólo se puede entender si vemos los procesos históricos que han llevado al deporte a la situación actual. Básicamente nos recuerdan que debemos tener en cuenta la confluencia de dos procesos que se desarrollan a lo largo del s.XX: la medicalización de la vida (la mayor presencia de la medicina en cada uno de los ámbitos de nuestras vidas, entre ellos el deportivo) y la profesionalización deportiva (cada vez mayor presión por ganar: presión económica, social, política). Si para ganar a toda costa puede utilizarse cualquier medio y la medicina puede proveer tales medios, el dopaje aparece como práctica ilegitima pero normal dentro de esa lógica. Pues bien, el parecido de lo que ocurre en el mundo deportivo con el mundo académico universitario es mucho mayor de lo que podría creerse en un primer momento. La creciente presión que sufrimos los que trabajamos en las universidades tanto para traer financiación externa como para obtener puntuación en los índices de impacto va a derivar en un aumento exponencial de los casos de dopaje académico. ¿A qué nos referimos con este término? Al uso fraudulento de los resultados e investigaciones científicas utilizadas como coartadas/justificaciones de intereses políticos y/o económicos o ,simple y llanamente, engaños para conseguir más publicaciones.
Paralelismos: igual que un jugador necesita rendir para que su equipo le pague su ficha, el académico tendrá que rendir (dar unos informes de resultados favorables) a la empresa que le paga su ficha (el caso de las farmacéuticas aquí es paradigmático); igual que un deportista que recibe una beca o adquiere un contrato condicionado por sus resultados, el académico mantiene o adquiere su puesto en función de la puntuación que obtenga según agencias de calificación como la ANECA e índices de impacto como el JCR. Cada vez más la mayor preocupación no está tanto en lo científico como en las estrategias para poder publicar en tal o cual revista, para poder posicionar tu artículo con mayor índice de impacto. Mi predicción es clara: en los próximos años vamos a asistir a un aumento considerable de esas prácticas científicas fraudulentas. Podemos volver a plantear la cuestión como los dilemas morales del dopaje deportivo o podemos empezar a entender las dinámicas que nos están conduciendo a ello.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Los medios de comunicación y el deporte espectáculo en la era digital

La transformación del deporte moderno desde los tiempos del amateurismo más romántico del s.XIX hasta la profesionalización extrema del deporte espectáculo actual ha estado marcada por una pérdida progresiva del control directo por parte de los propios implicados (los jugadores) y una influencia cada vez mayor de aquéllos que van a ver jugar. Este fenómeno toma otra dimensión cuando en el S.XX aparecen los medios de comunicación de masas, en concreto la televisión durante la segunda mitad de siglo. La disminución del número de asaltos y la duración de los mismos en boxeo o la aparición del tie-break en tenis tuvieron bastante que ver con la necesidad de un formato adecuado a la retransmisión del evento. Esa misma dinámica se ha venido repitiendo, cada vez con mayor fuerza en todas y cada una de las disciplinas deportivas debido a que la propia competición entre ellas por captar audiencias es feroz: hoy en día el deporte espectáculo no puede sobrevivir si no sale en los medios y si no hay audiencias que servir a los anunciantes, no hay retransmisión. En general, el modo de hacer más apetecible la modalidad deportiva a las audiencias ha sido subir la intensidad de la emoción y reducir el tiempo. Es decir, un deporte en el que hay que esperar mucho para que pase algo emocionante es aburrido y pierde audiencia. Podríamos pensar que el fútbol es el único que se salva de esta maldición. Sin embargo, lo que pasa más bien es que está blindado debido a que su deriva histórica lo ha convertido en la competición mundial por antonomasia. Aun así hay síntomas que van en esa dirección: para conseguir que haya más emoción y fomentar el juego de ataque se introducen medidas tales como prohibir la cesión al portero o que la victoria valga tres puntos y el empate uno. Sin embargo, la lógica de ese deporte cada vez más espectacular tiene su epicentro generador en el deporte estadounidense. Piénsese en la final de la Superbowl para entender de qué estamos hablando.
O, piénsese mejor en lo que ocurre en la NBA (dinámica que copian las ligas europeas): ¡la televisión pide tiempos muertos! Es decir, hay momentos en el partido que los jugadores tienen que dejar de jugar, les convenga o no, para que pueda colocarse la parrilla de anuncios. Pues bien, parece ser que la cosa no acaba aquí. En tiempos de la era digital, de la velocidad espectral de la comunicación y la cada vez mayor incapacidad para aguantar un microsegundo sin que surja la ansiedad y el aburrimiento si no hay un nuevo estímulo, la NBA quiere ir más allá. Se está estudiando la posibilidad de reducir de 48 min a 40 min el partido para evitar que las retransmisiones sean largas y tediosas para una generación joven que empieza a chatear con los colegas en cuanto faltan más de dos mates por minuto en la cancha. En fin, no me extraña que los ingleses hayan patentado también la versión corta del cricket, alejándose de aquellos días en los que los partidos podían durar más de un día entero y donde las paradas para comer o para el té eran acordadas por los propios jugadores mientras se disfrutaba del día en el campo.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La subcultura del skateboard como ejemplo de comunidad de práctica creativa

Desde la comunidad educativa hay una preocupación creciente por desarrollar la creatividad en los alumnos y se buscan propuestas innovadoras para potenciarla. Sin embargo, hay ya comunidades de práctica abiertas (podrían llamarse informales) cuya dinámica se nutre precisamente de esa continua e inagotable innovación creativa. Las subculturas deportivas, aquellas disciplinas tales como el skateboard, bmx, parkour, surf, escalada, que llevan asociadas unos estilos de vida (ropa, música, forma de conectar esa actividad a la propia identidad) son un claro ejemplo de ese tipo de comunidad de práctica abierta y creativa. Tienen una serie de características que hacen que el proceso de aprendizaje sea altamente motivante, participativo y relevante desde el punto de vista de la implicación y la identidad de los individuos que forman parte de ella. En estas comunidades de práctica se alcanzan cuotas de habilidad al nivel del alto rendimiento sin que haya entrenadores/maestros a la vez que se logra una fuerte identificación de los sujetos con la actividad que realizan. Como características ideales (no todas esas subculturas presentan estas características de igual modo ni en todos los sitios se da así): 1. Gran control de la actividad por parte de los participantes (no control en organismos externos como federaciones, organizadores de campeonatos etc…). 2. Libre asociación y libre compromiso con la comunidad (comunidades abiertas). 3. Motivación intrínseca, lo que lleva a hacer las cosas bien porque sí, por el hecho de realizar esa actividad. 4. Jerarquía vinculada al nivel de maestría en la habilidad/nivel de compromiso con la escena local y la propia actividad. 5. No hay reglas fijas sobre qué o cómo debe proceder la actividad. Actitud D.I.Y (‘Do it yourself’ o “Hazlo tú mismo”). 6. Se dan bucles recurrentes de resolución de problemas y generación de otros nuevos. Ese es el modo en el que el conocimiento fluye por toda la comunidad de práctica y es la esencia de la capacidad de adaptación y continua creatividad de la comunidad. 7. Actividad conectada de forma fuerte con su identidad individual y colectiva (noción de estilo de vida asociado a la práctica). 8. Aprendizaje + identidad: aprendizaje significativo. Como ejemplo concreto que nos habla de la creatividad en esas comunidades de práctica abiertas vamos a tratar un caso de la historia reciente del skateboard: el Burnside Bridge Project.
En Portland, ciudad del estado de Oregón en la que llueve mucho, se desarrolla un proyecto en los años 90 llevado a cabo por la propia iniciativa de skaters locales. Debajo de un puente en el que se situaba un antiguo parking de un hotel abandonado deciden empezar a realizar innovaciones en el terreno para poder patinar en los días de lluvia. Llevan algo de cemento y ponen pequeñas rampas pero poco a poco el proyecto va creciendo y convencen a los transportistas de obras cercanas para que les den algo de los sacos de cemento que sobran. Los skaters locales, después del trabajo van allí a genera su skatepark soñado. Al principio no llama la atención de las autoridades pero cuando se hace notar lo quieren cerrar, echar abajo. Cuesta tiempo pero al final las propias autoridades aceptan y apoyan el proyecto como muestra de implicación y bien para la comunidad. De una zona en ruinas se erige un sitio significativo de orgullo para la reunión de la comunidad. Lo interesante además es que es un proyecto no acabado, siempre abierto a la innovación: se producen varias modificiaciones a lo largo de los años realizadas por los propios skaters. Es como un continuo proyecto en proceso. Este ejemplo de instalación construida según las necesidades de los propios practicantes ha cundido en otras ciudades (San Diego, Washington) y no solo en EEUU. Por ejemplo en Suecia son famosas las transformaciones llevadas a cabo por el grupo cuya figura más visible es Pontus Alv. ¡Incluso en Madrid recientemente se han empezado a hacer modificaciones bajo un puente cegado de la M-50!

viernes, 11 de octubre de 2013

Mitos raciales que perduran

La semana pasada tuvimos el privilegio de asistir en la universidad a unas conferencias en las cuales participó Yannis Pitsiladis, experto en genética y rendimiento deportivo. Este profesor e investigador de la universidad de Glasgow trabaja en una red de laboratorios desde Europa hasta Jamaica o Kenia y ha trabajado de forma cercana con figuras del atletismo mundial. Lo más interesante que nos presentó se puede resumir en los siguientes puntos: - No hay evidencia científica que explique la predominancia atlética de ciertas poblaciones (ej. jamaicanos en sprint o keniatas en fondo) a partir de la genética. Esto no quiere decir que la genética no influya en el rendimiento; simplemente que es falso que ciertas poblaciones sean las únicas portadoras de ciertos genes mágicos que las hacen superiores en ciertas pruebas atléticas. Además, esa búsqueda del gen maravilloso puede que sea simplemente una quimera. De hecho, la composición genética de campeones de corta y larga distancia es prácticamente la misma, lo que desmonta la idea de que hay un gen de la velocidad y otro de la resistencia. - Factores ambientales que influyen en las condiciones de vida y el propio sistema de entrenamiento y competición tienen mayor poder explicativo sobre esa predominancia atlética: si desde pequeño se hace mucha o poca actividad física; si se vive en entrena en altitud de forma crónica (en el caso de los fondistas); si hay un gran prestigio social asociado a la actividad; si la recompensa económica es grande; si hay una tradición cultural que haga sentir esa prueba atlética como adecuada o propia a los individuos de esa población. Sin duda estas afirmaciones para alguien que proviene de las ciencias sociales no pueden ser más que buenas noticias. No las ha dicho un sociólogo, las dice alguien que proviene de las ciencias naturales-médicas que parecen ser las únicas que tienen pedigrí científico en esto del deporte. Pero además, lo que a mí me interesaba verdaderamente aclarar era lo que creo que aun sostiene con gran fuerza el sentido común racial que muchas veces se desliza hacia el racismo: la barrera de color blanco-negro. Como explicaba el propio Pitsiladis, la clasificación para el estudio genético no se hace en función del color de la piel. La clasificación por color pertenece a categorías de sentido común, nada que ver con la categorización científica desde la genética. No debemos olvidar que los europeos provenimos de una pequeña rama genética que provenía de y que sigue presente en África. La composición genética del continente africano es más antigua y mucho más heterogénea que la europea. De hecho, es posible ser genéticamente más similar entre europeos “blancos” y africanos “negros” que entre dos poblaciones de esa “África negra”. Ese concepto de raza, construido socio-históricamente desde un pasado de relaciones de poder coloniales ha sido sustentado por la diferencia en el color de la piel y pasado por natural en ámbitos específicos y de tanta atención mediática como el deportivo. Los propios atletas jamaicanos refuerzan ese mito encarnado en lo “negro” al creer en la teoría de la selección natural debida a su pasado como esclavos. Sin embargo, como nos recordaba Pitsiladis, aunque no hay el más mínimo atisbo de evidencia científica que refuerce esa idea, esa creencia tan fuerte sobre ser los elegidos para correr afecta positivamente, a modo de profecía autocumplida, a esos atletas y afecta de modo negativo a aquéllos (por ejemplo europeos) que no creen siquiera posible competir contra los que naturalmente han sido designados para ello. Y aún así, después de leer esto, seguro que la duda sigue rondando en algunas de vuestras cabezas… la fuerza de las imágenes sigue pesando más que la ciencia.

domingo, 29 de septiembre de 2013

La ciencia y el fútbol

Este viernes en Madrid se realizó una manifestación de los investigadores en contra de los recortes que sufre la ciencia en este país. Coincidiendo con la broma institucional de "La noche de los investigadores" que se celebraba ese mismo día, unas cuantas personas vestidas con camisetas rojas (la marea investigadora) y alguna pancarta reivindicativa desfilaron por el Paseo del Prado. No había mucha gente, debía ser por la lluvia, que amenazaba con pegar fuerte. Sí, debía ser eso. Hubo algo, una imagen, que me llamó mucho la atención por lo claro y brutal del argumento (miradla, que está aquí puesta).
Que no es país para científicos ya lo empezamos a saber con los recortes que están dejando parados la mayoría de los centros de referencia para seguir con los proyectos ya iniciados. Bueno, estas cosas no son nuevas, que eso de "investigar en España es llorar" ya viene desde Cajal, incluso antes. Y ¿qué tenemos al otro lado de la balanza? Haciendo contrapeso o, más bien, hundiendo en la miseria el desarrollo del país (sí, la educación y ciencia sirven para el desarrollo, ¡oh, milagro!) pues se encuentra la apuesta particular de los que aquí reinan (que no gobiernan): sol y playa como plus ultra del turismo patrio, energía de un proyecto de ladrillo especulador aderezado con una buena paella. Y como espectáculos para que siga la fiesta, pues toros y fútbol. Al mismo tiempo que se habla de la defensa de los toros como patrimonio cultural, del fichaje astronómico de Bale, del cambio de la ley del tabaco (y la de blanqueo de capitales) para que venga Eurovegas y la mal hallada aventura del Madrid Olímpico, los recortes en educación y ciencia no paran (por mucho que la perversión de las cifras acabe resultando en que la cuantía destinada a becas ha subido un 11%)y el éxodo de gente con formación superior es constante. Es así: un sistema que expulsa talento y promueve pelotazos (en todos los sentidos y estadios futbolísticos)y corruptelas. ¿Pero este no era un blog sobre deporte? Ah, perdón, es cierto que el fútbol de ahora ha dejado de ser deporte hace mucho.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Las Olimpiadas son los padres

Y al final, ayer a eso de las 20.45 llegó la noticia. Madrid era eliminada en primera ronda para la elección de los JJOO 2020. Nada más y nada menos. Madrid,que iba a hacer historia porque nos contaban que podía ser la primera vez que no hiciera falta hacer una segunda ronda debido al abultado resultado hacia nuestro favor. Una semana (quizá más) llevaban resonando todas las fanfarrias triunfalistas: que si tenemos más de 50 votos de miembros del comité ya asegurados, que si el apoyo de la población era masivo, que si era impensable que no triunfásemos esta vez etc...Y al final, ayer a eso de las 20.45, nada. Nada de nada; ni siquiera pasamos a segunda ronda. ¿Algo que nadie se esperaba? Creo que ayer asistimos a una de las mayores alucinaciones colectivas de los últimos tiempos. Es cierto, yo a principio de semana también me había dejado contagiar por los aires de victoria que soplaban (muy a mi pesar, contrario como ya me había pronunciado respecto a la celebración de los juegos en Madrid). Sin embargo, hace dos días empezó a oler bastante mal la cosa cuando dijeron eso de que el respaldo general era del 91%. Mis sospechas crecieron al leer posts como el de Isaac Rosa y las noticias de que las casas de apuestas daban como favorita a Tokio. Y entonces empecé a comprender algo que no hizo más que corroborar todo lo que pasó ayer y hoy alrededor de la comitiva española. Los argumentos más potentes de todos y cada uno de los que hablaban al micro eran que "ya toca", "nos lo merecemos","nos lo deben", "a la tercera va la vencida" etc... Oh sí, argumentos de peso para decantar donde será la sede de un macro evento mundial como ése donde las cantidades ingentes de dinero y negocio van a ser descomunales. La opción de todo el equipo organizador y todos los políticos que se apuntaban al carro (Ana Botella al mando, sabiendo que su destino político estaba anclado al barco del triunfo)fue la de hinchar más y más un globo de expectativas quijotescas, haciendo creer a todos que esa gran ilusión colectiva se elevaría en el cielo y haría decantarse a los miembros del COI por un economía en ruinas y con una inestable política corrupta como la nuestra. Pero ¿en qué cabeza cabía? Analizándolo con cierta distancia,en ninguna,por mucho que haya gente que sigue empeñada en que nos tienen manía, hay tongo y demás paridas de Imperio trasnochado (¿y para que necesitamos siquiera saber inglés para ir allí? El español es grande, que aprendan ellos).
Lo que habría que hacer es pedir cuentas a todo ese elenco de malos actores que necesitan montar estos sainetes para que su puesto siga estando justificado en las siguientes convocatorias.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cascos vs. buenos carriles para la bici

Desde este verano se ha establecido una normativa por la cual es obligatorio para los ciclistas llevar casco en ciudad (los menores de edad) y en tramos interurbanos (todo el mundo). La nueva directora de la DGT, María Seguí argumentaba en una entrevista reciente que claro (¡cae de cajón!) llevar el casco es mejor que no llevarlo y que no hace mal a nadie. Ya bueno, con esa argumentación podríamos llevarlo siempre que salimos de casa, que las macetas en los balcones y los ladrillos de las obras suelen caer sobre las cocorotas cuando menos te lo esperas. Ya que éste es un argumento muy pobre, habrá que ver en qué condiciones se hace razonable usarlo o no. Si nos quedamos en la idea aislada de que, si te caes, el casco te puede proteger, no llegamos a ningún sitio. Lo que hay que ver es en que contexto se produce la normativa. Pues bien, se produce ante el aumento de accidentes de ciclistas, vinculado a su vez al aumento del número de practicantes. ¿Se ha traducido esto en un aumento de la planificación de los trazados y la protección de los ciclistas? No. La mayor parte de accidentes serios de ciclistas se deben a atropellos de vehículos y ahí si que no te salva ni un casco de moto. La cuestión es que sale mucho más rentable y económico dar la sensación de que hay una preocupación desde el gobierno por los usuarios (te obligamos a ponerte el casco por tu propia seguridad)pero sin afrontar de forma estructural la cuestión (mejora de trazados de carril bici/arcenes de calidad, tanto urbanos como interurbanos). De ese modo siempre se puede apelar a la responsabilidad de cada uno para justificar que hay accidentes. Es la misma historia que culpar de los accidentes de tráfico a que no llevaban cinturón cuando luego vemos como año tras año se repiten los mismos puntos negros en las carreteras debido a las pésimas condiciones de las vías. Un último apunte: esta política de regulación del uso del casco en bicicleta ya se utilizó en Australia en los años 90 y condujo a una reducción significativa del número de practicantes (alrededor del 30%) sin que se pudiera demostrar además su incidencia real en el descenso de la siniestralidad.

domingo, 1 de septiembre de 2013

martes, 27 de agosto de 2013

La última barrera del machismo deportivo

En este pasado Campeonato Mundial de Natación celebrado en Barcelona, hemos visto brillar a algunos de nuestros representantes. Más bien, debería reconocer que hemos visto brillar a algunas de ellas: los logros de las chicas de waterpolo, las de sincronizada o los de Mireia Belmonte hacen palidecer a los conseguidos por la expedición masculina. Sin embargo, hay algo que no deberíamos pasar de largo y que nos puede decir mucho sobre la matriz ideológica de ese machismo deportivo constituido alrededor de la masculinidad hegemónica: no hay natación sincronizada para chicos. No la hay y nadie parece echarla en falta además.
En la década de los 70 del siglo pasado, Sheard y Dunning recordaban que el rugby en Inglaterra constituía  un coto reservado para la celebración de la masculinidad, de una serie de valores masculinos que en otros ámbitos (por ejemplo el laboral) se veían amenazados por la presencia cada vez más relevante de la mujer. Los valores que se suponen representados en el deporte: fuerza, potencia, agresividad, pertenecen a una masculinidad hegemónica y se contraponen a lo que desde esa propia posición hegemónica se define como feminidad deportiva: flexibilidad, estética, gracia. Los primeros, los de la masculinidad hegemónica, definían y definen aún lo que es el verdadero deporte, siendo considerados los segundos (los asociados a la feminidad) como algo de segunda clase, devaluado. Esa lógica binaria de oposición entre lo masculino y lo femenino constituye el sentido común en el cual se sigue afianzando el machismo deportivo.
Si el caso del rugby apuntalaba la lógica binaria de géneros desde el extremo de lo masculino, la cuestión de la natación sincronizada la apuntala desde la supuesta definición tradicional de feminidad. Y aquí viene el meollo de la cuestión: el machismo deportivo, el sentido común basado en esa lógica binaria se refiere a una relación entre sujetos, a saber, entre hombres y mujeres. Es absurdo pensar que los hombres no pueden ser feministas o que no hay mujeres machistas o que no hay hombres o mujeres que no se encuentran cómodos en ese corsé conceptual binario, siendo negados e invisibilizados de manera continua. La relación machista entre géneros se basa en un sentido común sobre las categorías y eso se puede reforzar (o atacar) desde cualquier punto del espectro. Que no aparezca esa modalidad como caso posible en el horizonte nos habla precisamente de ese sentido común impensado y de esas barreras últimas del machismo deportivo. El caso de Rubén Orihuela en gimnasia rítmica masculina es algo análogo: si bien se ha creado desde la Federación Española unos campeonatos masculinos, la Federación Internacional no quiere siquiera oír hablar del tema.
El machismo deportivo ha cedido terreno. Se ha roto la equivalencia que Jennifer Hargreaves denunciaba sobre ‘deporte es igual a deporte masculino’. Sin embargo, aún quedan zonas vetadas, zonas amenazantes para la propia definición de masculinidad hegemónica. Los casos de la gimnasia rítmica y la natación sincronizada hablan de masculinidades afeminadas, de asociar lo masculino con la estética, la flexibilidad, el ritmo y la gracia, lo que tradicionalmente solo se ha asociado al hombre mediante la homosexualidad masculina y que no se asocia en ningún caso al prototipo de masculinidad hegemónica deportiva.
Cuando se da por zanjada la cuestión sobre la participación del hombre en esas disciplinas, argumentando que es absurdo por una cuestión de estructura, de flexibilidad, de falta de coordinación, me recuerda mucho a los debates que a lo largo de todo el s.XX se dieron sobre la imposibilidad o inadecuación de las mujeres de practicar fútbol, atletismo, rugby, halterofilia, boxeo y un largo etc. El discurso fisiológico/médico, el que contaba con más pedigrí científico y que por tanto podía zanjar la cuestión objetivamente, es el mismo que se quiere esgrimir ahora para seguir manteniendo uno de los últimos bastiones atacados del machismo deportivo.

Usain Bolt: el gag, el hambre

En los pasados Juegos Olímpicos de Londres 2012 asistimos a uno de nuestros más potentes gags deportivos de racismo bienintencionado: la final de los 100m, ganada  ̶ como no ̶  por Usain Bolt, encarna a la perfección la condición antropológica del Occidente actual que Santiago Alba Rico identifica con un ilimitado y generalizado  estado de hambre voraz (“mucho es ya insuficiente”) y cuya relación  neocolonial con el otro globalizado se viste de integración y multiculturalidad jovial.
            Como nos indica Alba Rico a lo largo de varias de sus obras (La ciudad intangible;Capitalismo y Nihilismo;El naufragio del hombre, por citar algunas de ellas), el capitalismo, actuando como una especie de Cronos desbocado, ha acabado por generar la más primitiva de las sociedades. Una sociedad gobernada por el hambre; el hambre de los que no tienen para comer (lo infrahumano) y los que no pueden parar de comer/consumir (lo sobrehumano) todo lo que a su alrededor se ha convertido en mercancía. Un sociedad en la que todo se convierte en imágenes que pasan, en noticias/novedad que hay que devorar para seguir comiendo a continuación. El tiempo actual no es el del relato (no hay tiempo para eso); el tiempo actual es el del gag, el acontecimiento ̶ asociado a menudo a lo cómico, si bien no necesariamente ̶ , formateado y preparado para un consumo rápido (para comer, no para mirar); enlatado para su visionado de forma repetitiva y bulímica por parte del espectador.
            Quizá no haya otra fórmula más sólida que la de Citius, Altius, Fortius (más rápido, más alto, más fuerte) para capturar el espíritu de ese capitalismo que repetidamente ha parasitado al proyecto ilustrado y que ha acabado por vaciarlo y dejarlo en mera carcasa ideológica. Lo ha hecho desarrollando exponencialmente y de forma excesiva ̶ podríamos decir cancerígena ̶ uno de los factores de la ecuación, a saber, citius: más rápido, tan rápido que amenaza con destruir la solidez de las cosas, de los hombres, de todo lo que constituye este mundo.
            La carrera de velocidad pura, la de los 100m, se considera la prueba reina del atletismo (y de los propios JJOO). Es la más excitante, la que, en menos de 10s decide quién será el hombre más rápido de la tierra. Decide además si la humanidad ha podido avanzar un poco más, arañando al propio crono(s) unas décimas, destruyendo un poco más los límites que nos sujetan a nuestra condición humana. Según la mitología griega Cronos (el Tiempo) devoraba todo lo que era engendrado por Rea, no permitiendo la aparición y desarrollo de las cosas, del mundo. Esa es la potente metáfora con la que Alba Rico identifica al capitalismo actual, el cual impide la solidificación de las cosas, convertidas en ya obsoletas/ya consumidas mercancías nada más ser concebidas. Usain Bolt es la gran esperanza de la Humanidad para derrotar al propio Crono(s). Sin embargo, más que el nuevo paladín de la Humanidad  en su marcha hacia el Progreso  ̶ algo así como un Neil Amstrong de la velocidad ̶  es más bien el mensajero del Cronos acelerado de nuestra condición humana. Bolt no detiene el devenir incesante del Tiempo sino que lo acelera aún más, haciendo desaparecer los límites del cuerpo humano que se acerca a lo más fluido, a la energía, a la velocidad de la luz. 
            El cómico Bolt no deja de encandilar a la cámara desde la preparación en la pista de calentamiento, con sus muecas, su estilo desenfadado y juego cómplice con el espectador. Él es el actor principal de un guión que le da como ganador y que él se empeña en ostentar hasta el final, hasta que gana (dándose palmadas en el pecho o besándose el dedo al cruzar la línea de meta como quitando mérito a la proeza) y acaba su show particular con una de sus poses (la más famosa, la del arquero, emulando una estatua clásica). Mientras tanto, las personas en el estadio y en sus casas miran/consumen la carrera sin pestañear, esperan el resultado final, deseando que nuestro héroe lo haya vuelto a hacer; que haya vuelto a batir el récord, que la Humanidad haya vuelto a avanzar un pasito más en esa carrera hacia los no límites.
            Humanidad, ¿qué Humanidad? Aquello a lo que el barón Pierre de Coubertin y sus compañeros llamaban Humanidad, representada en toda su majestuosidad en la pista olímpica, no era en verdad más que un versión muy parcial del término: hombre blanco occidental, de clase alta; un amateur que desdeñaba el profesionalismo por recordar demasiado a una clase obrera que tuviera que trabajar como deportista para ganarse el pan. Las cosas parecen haber cambiado en algo más de un siglo pero hay ciertas dinámicas que se mantienen.  La parrilla de salida de los 100m  plagada de atletas de origen africano representa la expresión más patente y más potente de lo que podríamos llamar nuestro racismo bienintencionado: los atletas llamados “de color”  pueden ser buenos ahí, representar a la Humanidad, a cambio de que no lo sean en otros ámbitos (a excepción también quizá de algo como la música o el espectáculo, alejados de los focos reales de decisión y poder). Esta muestra velada de diferencia jerárquica en la relación entre occidente y el resto, de los que miran y los que divierten y son mirados, encarna los antiguos mitos coloniales que no desaparecieron en el neocolonialismo: el africano es lo corporal, el músculo, la animalidad, la sensualidad, el ritmo; el deporte y la música son su modo natural de expresión.

            Como decía un comentarista deportivo, Usain Bolt en cada carrera regala un plus al espectador. Nos regala el mayor de los gags deportivos de racismo bienintencionado; el más rápido, el más divertido, el más transparente e incuestionable. En definitiva, el que siempre nos deja con hambre de más, que es de lo que va este juego.

¿Y si Usain Bolt, Michael Jordan y Muhammad Ali fuesen blancos?

La pregunta no es retórica ni intenta hablar de un mundo imaginario en el que esos tres grandes atletas cambiaran el color de su piel. La pregunta es bastante real y nos puede decir mucho sobre cuestiones referidas a la relación entre naturaleza y medio ambiente que muchas veces se plantean como falsas oposiciones dicotómicas pero obvian precisamente las cuestiones importantes que se esconden tras ese debate.

Desde el punto de vista del mantenimiento de los mitos raciales no hay una imagen más potente que la línea de salida de una final de JJOO en los 100m lisos. ¡Todos son negros!¡No hay ninguno blanco! Y entonces mis alumnos(o mis compañeros profesores de universidad) me preguntan: ¿pero cómo no va a influir la raza en el deporte? Está claro, mira esto. Y yo me desespero porque después de esta imagen viene toda una serie de estereotipos raciales (los blancos no pueden correr o saltar con potencia, ¡mira la NBA!; los negros no pueden nadar bien por la estructura ósea que les hace flotar menos etc…¡mira Moussambani en los JJOO!).

El mecanismo de los estereotipos es el siguiente: primero, una imagen incontestable (la salida en los 100m); segundo, generación de estudios y resultados que justifiquen ese estereotipo. Algo así está ocurriendo en la actualidad. La avalancha de estudios genómicos en deporte prometen descubrir desde la niñez  aquellos potencialmente aptos para determinadas pruebas. Últimamente, la palma se la lleva el gen ACTN-3 (que afecta a la estructura de las fibras musculares) al que se le supone gran responsabilidad a la hora de determinar la velocidad de carrera o la potencia de salto. El sentido común parece indicar que la raza negra está dotada mágicamente con este gen, algo que sería fundamental a la hora de explicar por ejemplo la mítica imagen de los 100m lisos. La teoría parece cuadrar perfectamente con los resultados (evidentes) que vemos en cada una de las grandes citas atléticas. Sin embargo, esta aparente práctica de ciencia objetiva y aséptica obvia verdaderamente lo que queda impensado, no discutido, a saber, la construcción histórica-política del propio concepto de raza.

Siento decir que la mayoría de los científicos naturales son malos científicos sociales y las categorías que se toman como datos de la realidad (en este caso, la raza) son construcciones sociales que implican siempre una serie de relaciones de poder muy concretas. En el caso de la raza, es imposible separarla de la historia de colonialismo europeo respecto a otras naciones. El paradigma de lo humano es el hombre blanco europeo, que se separa de todo lo demás. Es un nosotros que se define como no-otros. En el caso deportivo, el discurso de oposición se traduce entre lo blanco y lo negro. Desde principios de s.XX, cuando los llamados atletas de color en EEUU empiezan a despuntar en lo deportivo (a pesar de la restrictiva ‘barrera de color’) hay una serie de reacciones que tratan de dar cuenta de tal fenómeno. Normalmente la dicotomía blanco y negro se vinculaba a otras respectivas como espíritu/animalidad, mente/cuerpo, voluntad/brutalidad etc. que al final se resumían en que los atletas negros debían considerarse tramposos por las ventajas biológicas que en el plano atlético presentaban. Este argumento se ha refinado algo más, llegando al tan sofisticado y reverenciado programa de investigación genética. Sin embargo, los datos que salen  de estos estudios siguen cayendo en el mismo viejo error: no pensar realmente si las categorías utilizadas en los estudios son pertinentes. Y si no podemos definir bien las categorías en las cuales basamos nuestros estudios, ¿cómo podemos sacar resultados concluyentes a partir de los mismos?

Creo que la categoría de raza simplemente es una categoría de sentido común que no puede tener consideración científica. ¿En qué nivel de pigmentación empieza la raza negra y termina la raza blanca?¿Por qué cuando vemos a alguien que consideramos ‘mulato’ tiende a verse como perteneciente a la raza negra? Los relatos mitológicos sobre la pureza de razas vinieron a toca techo de supuesta explicación científica en la teoría de E. Bancroft (curiosamente un autor afroamericano) sobre el “asimilacionismo muscular”: los atletas afroamericanos son tan buenos debido a un proceso de selección natural que se produjo durante el período de esclavitud. Sin embargo, contra esta afirmación cabe citar la práctica común de los terratenientes de tener hijos con sus esclavas para poder seguir produciendo de forma directa su mano de obra esclava. Es decir, el mestizaje fue una condición bastante extendida en todas esas comunidades y no deberíamos restringirlo solo al territorio estadounidense sino a todos y cada uno de los territorios coloniales. Sin embargo –y aquí reside el meollo de toda la cuestión- aquellos mestizos nunca fueron considerados como blancos, en una vinculación a la pureza de sangre que se ha dado en todas y cada una de las situaciones de explotación racial/étnica a lo largo de la historia (pensemos en la pureza de sangre frente a los judíos en España).

Simplemente, las categorías raciales atienden al punto desde el cual se definen. No es difícil imaginar que si el poder hegemónico estuviera de parte de las poblaciones colonizadas (negros), todos y cada uno de los llamados mulatos ¡serían en este caso blancos! Es decir, no hace falta cambiar un ápice genético de los actuales Usain Bolt, Michael Jordan o Muhhamad Alí para que puedan considerarse negros o blancos dependiendo del punto de vista hegemónico que los define.