jueves, 25 de febrero de 2016

Traidor, odiado, olvidado

La ceremonia de las medallas tras la final de los 200 m lisos en los JJOO de Méjico 1968 será siempre recordada como uno de los momentos álgidos en cuanto a la relación entre deporte y política. Tommie Smith y John Carlos, primero y tercer clasificados, agachaban la cabeza a la vez que alzaban un puño enguantado en cuero negro mientras sonaba el himno de EEUU.
El himno de un país que seguía segregando racialmente a sus ciudadanos afroamericanos y los mantenía en niveles de marginación y pobreza generalizada. Este gesto simbólico era un modo de protesta de hechos consumados una vez el boicot propuesto por estos y otros atletas había sido abortado, gracias en gran parte a la actividad del filo-nazi A. Brundage, presidente del comité olímpico norteamericano. El documental 1968 Black Power Salute cuenta tales acontecimientos. Hay un momento en el documental en el que el propio Tommie Smith cuenta como el segundo clasificado, el australiano Peter Norman, les comentó la posibilidad de hacer algo de forma conjunta. Sin embargo Smith lo despacha diciendo algo así como que no se metiera en líos, que eso no era para él. Norman decidió apoyar la protesta de forma más sutil, llevando la misma insignia que sus compañeros de podio, la del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos. Parece que este gesto político no fue muy bien acogido por las autoridades olímpicas, vetando el comité australiano de forma sutil (si bien hay cierta controversia respecto al asunto) su participación en Múnich 1972.
En 2005 se erigió una estatua conmemorativa de la protesta en el campus de la San Jose State University (California), institución en la que habían estudiado Smith y Carlos y donde las clases de sociología del deporte de Harry Edwards habían ayudado a generar una aguda conciencia racial y derechos humanos entre los deportistas afroamericanos. Lo curioso de la estatua es que tan solo aparecen en ella Smith y Carlos. El hueco del segundo clasificado (Norman) aparece vacío; precisamente donde los turistas y curiosos se suben para hacerse la foto icónica del Black Power. En esos tiempos de gran tensión racial, de partidismo de extremos, Norman no podía dejar de verse por unos como el gran traidor a la causa blanca y por otros como representante visible del grupo opresor, por mucho que quisiera mostrar su apoyo a los oprimidos. Por eso, por el desprecio de unos y de otros, el corredor australiano cayó en el olvido. Nadie quiso hacerse cargo de él; nadie lo erigió como adalid de ninguna causa. Simplemente, su figura se desvaneció ante el gesto deslumbrante de dos puños en alto en sendos guantes negro. En 2006 Smith y Carlos acudieron al funeral de Norman, actuando como portadores del féretro mientras sonaba la música de Carros de Fuego. En Australia recientemente se ha pedido en el parlamento una rectificación oficial ligada a un reconocimiento de Norman como destacado defensor del movimiento por los derechos civiles. Es importante que, aunque tarde, la memoria de este héroe anónimo vaya siendo restituida.