jueves, 1 de agosto de 2024

Boxeo, cromosomas y conspiranoias

La reciente victoria de la boxeadora argelina Imane Khelif sobre la italiana Angela Carini en los octavos de final de los JJOO de París 2024 ha desatado la polémica nuevamente sobre la elegibilidad de las atletas en las categorías femenina y masculina. Como si de un nuevo caso Semenya se tratara (esta vez en boxeo en vez de atletismo), volvemos a toparnos con el tratamiento injusto de una competidora a la que tachan de hacer trampas sin haber hecho nada para merecer tales calificativos.
Los casos de Khelif y Semenya son simples, pero no dejamos de hacerlos complejos. Seguimos pensando la sexualidad según categorías binarias estancas (hombre y mujer), vinculadas a un aspecto externo (relacionado con los genitales) e interno (cromosomas) concretos. La ciencia muestra que hay toda una gama de desarrollo sexual diverso, que hay personas con cromosomas XY (típicamente masculinos) que son mujeres y que pueden presentar niveles más altos de testosterona respecto a los que se consideran normalmente como femeninos. Pero repito, son mujeres con niveles de testosterona altos; no son hombres. Por tanto, la idea de que Khelif ganó injustamente a Carini y puso en peligro su integridad física (he visto incluso comentarios acusando al Comité Olímpico Internacional (COI) de fomentar el maltrato) no tiene fundamento. ¿De dónde viene la polémica entonces? En 2023 tanto ella como la boxeadora Taiwanesa Lin Yu-Ting habían sido descalificadas durante su participación en los campeonatos mundiales debido a que la AIB (Asociación Internacional de Boxeo) no las consideraba aptas para la categoría femenina. La propia AIB apoyaba su decisión no en una prueba de niveles de testosterona, a la cual no se sometieron las deportistas, sino a una serie de pruebas específicas sobre las que no dio detalles ni reveló resultados. Como no podía ser de otra forma, el COI consideró ese tipo de evidencias como arbitrarias y ha permitido a ambas boxeadoras participar en los JJOO de París. De hecho, Khelif ya había participado en los JJOO de Tokio, donde llegó a cuartos de final. La polémica sobre Khelif se ha alimentado en redes sociales por las declaraciones de personales públicos como la escritora J.K. Rowling o el cibermagnate Elon Musk y el efecto eco-altavoz de la extrema derecha internacional, que ha salido en tromba alrededor del apoyo de la boxeadora italiana Angela Carini. Lo más chocante del tema es que la propia boxeadora italiana no criticó en ningún momento a su oponente argelina por su supuesta condición masculina y simplemente dijo que se retiró tras sufrir un golpe que le partió la nariz al comienzo del combate. Todo el ruido mediático sobre esta cuestión lo hace gente alejada del ring, que está interesada en su propia cruzada contra lo que consideran la ideología de género y la conspiración woke para acabar con la civilización occidental, con teorías tan paranoicas como la del great replacement (el gran reemplazo) sobre la raza blanca en la que el descenso de la natalidad en occidente pasa por subvertir la idea de feminidad maternal por parte de las feministas. Meloni y Díaz Ayuso lo tienen claro.

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