martes, 3 de diciembre de 2013
Dopaje deportivo-dopaje académico
Uno de los lugares comunes al hablar del deporte actual es el del problema que representa el dopaje como forma fraudulenta de pervertir el sistema de competición. Muchas veces se presenta la cuestión como si de un mero dilema moral se tratara, como si la cuestión de la responsabilidad individual nos fuera a dar todas las claves para entender por qué el dopaje se ha convertido en una práctica normal dentro del deporte de élite. Como nos recuerdan los sociólogos de la escuela de Leicester, la cuestión del dopaje sólo se puede entender si vemos los procesos históricos que han llevado al deporte a la situación actual. Básicamente nos recuerdan que debemos tener en cuenta la confluencia de dos procesos que se desarrollan a lo largo del s.XX: la medicalización de la vida (la mayor presencia de la medicina en cada uno de los ámbitos de nuestras vidas, entre ellos el deportivo) y la profesionalización deportiva (cada vez mayor presión por ganar: presión económica, social, política). Si para ganar a toda costa puede utilizarse cualquier medio y la medicina puede proveer tales medios, el dopaje aparece como práctica ilegitima pero normal dentro de esa lógica.
Pues bien, el parecido de lo que ocurre en el mundo deportivo con el mundo académico universitario es mucho mayor de lo que podría creerse en un primer momento. La creciente presión que sufrimos los que trabajamos en las universidades tanto para traer financiación externa como para obtener puntuación en los índices de impacto va a derivar en un aumento exponencial de los casos de dopaje académico. ¿A qué nos referimos con este término? Al uso fraudulento de los resultados e investigaciones científicas utilizadas como coartadas/justificaciones de intereses políticos y/o económicos o ,simple y llanamente, engaños para conseguir más publicaciones.
Paralelismos: igual que un jugador necesita rendir para que su equipo le pague su ficha, el académico tendrá que rendir (dar unos informes de resultados favorables) a la empresa que le paga su ficha (el caso de las farmacéuticas aquí es paradigmático); igual que un deportista que recibe una beca o adquiere un contrato condicionado por sus resultados, el académico mantiene o adquiere su puesto en función de la puntuación que obtenga según agencias de calificación como la ANECA e índices de impacto como el JCR. Cada vez más la mayor preocupación no está tanto en lo científico como en las estrategias para poder publicar en tal o cual revista, para poder posicionar tu artículo con mayor índice de impacto. Mi predicción es clara: en los próximos años vamos a asistir a un aumento considerable de esas prácticas científicas fraudulentas. Podemos volver a plantear la cuestión como los dilemas morales del dopaje deportivo o podemos empezar a entender las dinámicas que nos están conduciendo a ello.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario