sábado, 7 de febrero de 2015
Black mirror: una distopía neoliberal
Tras ver el sexto y último capítulo de la serie Black Mirror uno no puede dejar de sentir una mezcla de mal cuerpo por lo que cuenta y de alivio porque lo que cuenta es ficción. ¿O no? Más bien creo que el propio espejo negro no es más que la metáfora sobre una realidad, la nuestra, con una distorsión siniestra…pero posible. El tema fundamental de la serie es la estrecha relación entre la tecnología, los medios de comunicación y sistemas neoliberales de gobernanza que se estarían dando en un futuro cercano de nuestras sociedades. La condición de ciudadanía ha sido borrada y el acceso a posibles bienes y servicios viene dado solo por la condición de producir beneficio. En el capítulo dos de la primera temporada vemos como los ciudadanos viven encerrados en una especie de
fábrica/residencia en la que cada día deben pedalear para generar energía que es canjeada por unos puntos que hacen de dinero. Las personas obesas son públicamente denigradas (mediante su comportamiento negligente no producen energía) y solo aparecen como limpiadores de las salas comunes de las bicis. Como los trabajadores no tienen mucho en lo que gastar (más allá de la comida, bebida y residencia) el último grito es el consumo, no para uno mismo sino para el avatar que todos tienen asociados. El único medio para salir de allí es ganar suficientes puntos para poder presentarse a una especie de “Tú sí que vales” en el cual los avatares hacen de público y aquellos elegidos con algún talento especial para generar audiencia son derivados hacia programas que serán emitidos por la misma productora que organiza el concurso; el índice de audiencia marcará el grado de libertad y beneficio de los agraciados. Lo que más asombra y atemoriza del capítulo y de la serie en general es la simpleza y facilidad con la que esos escenarios podrían ser acogidos y fomentados por los propios ciudadanos.
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