sábado, 6 de junio de 2015
Lo que nos puede enseñar la adquisición de habilidades motrices en bebés
Mi hija Iria tiene ya once meses y está ahora en esa fase donde intenta ponerse en pie y mantenerse agarrada a los muebles. Lo hace una y otra vez, una y otra vez. Muchas veces se nos pasa de largo que algo tan simple como ponerse en pie o mantenerse es una habilidad compleja que cada uno de nosotros hemos tenido que aprender; lo hemos hecho a base de ensayo-error, probando diversas soluciones hasta que al final se volvió algo tan natural que olvidamos que en algún momento lo aprendimos. Lo mismo ocurrió con girar y voltearse, ponerse sentado, arrastrarse, gatear, coger, tirar, beber agua o comer etc…
Pues bien, el estudio de esa fase temprana de adquisición de habilidades motrices en bebés pone en serios aprietos a la aun predominante enfoque cognitivista sobre cómo aprendemos y desarrollamos esas habilidades los adultos. La idea básica de ese enfoque es simple: utilizando la metáfora computacional para el cerebro, nos cuentan que mediante la interiorización de una serie de reglas que representan cómo funciona nuestra interacción con el mundo se establecen unos programas motores que una vez adquiridos nos permiten actuar de forma automática. Sin embargo, en bebés es difícil pensar que van adquiriendo una serie de reglas y representaciones porque el uso simbólico de los bebés es muy limitado (de ahí que hablemos de su capacidad limitada de raciocinio). La única solución viable es entonces que esas reglas vinieran ya de serie, con nuestra especie, que se refieran a una serie de habilidades básicas que por instinto son las que tiene todo el mundo. Estudios como los de Thelen y Smith (https://mitpress.mit.edu/index.php?q=books/dynamic-systems-approach-development-cognition-and-action) basados en modelos de sistemas dinámicos vienen a contradecir estas asunciones. Para estas autoras, la propia biología del ser humano le dota de cierto potencial biomecánico y fisiológico para la locomoción, pero las formas en las cuales se desarrolla depende mucho de la interacción con el medio ambiente. Si los bebés vinieran pre-programados sería difícil explicar porque algunos bebés no gatean, otros gatean simétrico, otros lo hacen asimétrico u otros simplemente se desplazan lateralmente con el culo apoyado. Es decir, más que un programa cerrado lo que aparecen son distintas soluciones de desplazamiento surgidas en la interacción con el medio que dependen entre otras cosas del grado de maduración del sujeto (no sólo de su sistema nervioso; para andar por ejemplo es necesario que las piernas sean ya lo suficientemente fuertes para poder soportar todo el cuerpo). Es así además como encontramos tantas soluciones distintas como sujetos existen; aunque parece que todos andamos igual, el estilo personal de cada uno (influido además por patrones culturales) representa esa solución única al problema de la locomoción bípeda.
Como mostraban los estudios de Reed y Bril hay gran diferencia en la capacidad motriz de los niños Bambara y franceses simplemente debido a la interacción que desde pequeños tienen con sus madres en lo que los autores denominaban gimnástica infantil, consistente en estiramientos, giros y suspensiones en diversas posturas desde el primer mes de vida.
Estos autores nombran el importante concepto de campo de acción promovida (field of promoted action) donde el adulto genera un escenario que favorece que aparezcan ciertas interacciones relevantes para el desarrollo del bebé. Normalmente ese campo se encuentra de forma natural para el desarrollo de habilidades básicas hagamos o no hagamos nada. Para aprender a rodar, girar, gatear, levantarse o andar el bebé solo necesita una superficie más o menos dura y la fuerza de la gravedad que está siempre actuando. Creemos que ese proceso se da sin que haya que hacer nada porque ya están todos los elementos favorables allí colocados. Para la adquisición de habilidades más complejas no deberíamos más que generar espacios que permitieran interacciones exploratorias para que el sujeto fuera adquiriendo su propia solución. Eso no es fácil y ahí entra todo el componente pedagógico necesario para ello. Es precisamente por lo que abogan las pedagogías no lineales (que en ciencias cognitivas apoya la cognición enactiva radical o REC) basadas en la introducción adecuada de constreñimientos que favorezcan esa búsqueda de la solución por parte del individuo. En este enfoque no es que las instrucciones o correcciones no aparezcan sino que solo son un tipo de constreñimiento más, no lo único que el entrenador puede o debe hacer.
Al final, de lo que se trata es de crear individuos más capaces, más inteligentes y más creativos, además de conseguir mediante este trabajo efectos de integración (al dar valía a la variabilidad individual: no hay una sola solución válida). Para ello debemos introducir escenarios, ambientes, materiales, reglas y objetivos adecuados para diseñar tareas que el individuo resuelva una y otra vez en un ciclo de mejora contínua que Berstein llamaba “repetición sin repetición”.
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