martes, 29 de noviembre de 2016
Demonios aullando en la noche
La mejor definición de una sesión/campeonato de skate como la de ayer en el III Welcome Bowl Contest es un caos organizado. Pura anarquía festiva donde el ambiente lo es todo y la competición es solo la excusa para pasar una tarde de engorile máximo. Todo el mundo es libre de hacer más o menos lo que quiera pero teniendo en cuenta lo que pasa a su alrededor. La gente que patina hoy son super pros, lo puedes ver no solo por la velocidad que llevan, apretando a muerte en cada uno de los transfer (incluso de switch, Carlos style) para hacer trucos de espanto y aéreos salvajes, sino porque no les afectan (o así parece) cosas que a cualquier mortal encima de una tabla le impediría siquiera carvear. No importa que haya gente colocada justo al borde del coping, moviéndose todo el tiempo de lado a lado: vi muchas veces trucos que pasaban a centímetros de miembros, caras, cabezas u objetos por allí desperdigados sin que los skaters mostraran atisbo de nerviosismo o enfado (a resaltar la suavidad del murciano Miki Huercano en sus trucos que parecía hacer el tiempo denso hasta casi detenerlo); vi como unas ruedas dejaban marcada la puntera de un zapato al realizar un fackie rock o como un incauto casi pierde la mano al apoyarla justo al lado de donde un segundo después estallaba un tail haciendo taco en la rampa más alta del bowl. También vi como nadie se cortaba (véase Carranza) al hacer trucos literalmente rozando a la gente que salió un momento a arreglar uno de los agujeros que se habían formado debajo de la rampa más alta y donde el propio Danny León tuvo una enganchada que le había hecho deslizar por la madera minutos antes.
El ambiente es eléctrico; heavy metal, hardcore y punk, casi todo americano pero también algunas canciones de grupos españoles. Borja pide un poco de tregua, que pongan algo de hip hop clásico, pero el que pincha hace que no oye o simplemente pasa y siguen atronando guitarras por el sistema de sonido. Es normal, va acorde con la intensidad que vemos en la madera del bowl. Si se pudiera conectar un generador a la nave en la que se da el evento ¡habría energía para iluminar toda la región! Los momentos en los que hay más de un skater ripando en el bowl es para poner los pelos de punta: dos o tres veces coinciden Mateu y David Sánchez a la vez y desde fuera parece que se va a producir un choque de trenes que al final, afortunadamente, nunca se produce.
Entre rondas encontramos un panorama más diverso: gente no tan pro, alguno de los chavales más pequeños, que se llevan ovaciones y sienten de verdad que es eso de estar dentro del bowl mientras el público hace ruido para motivar. También entre esas rondas vemos algunos de los mejores momentos de skate de gente como David Sánchez, Alain Goikoetxea, Enrique o Dannie Carlsen, que patinaron de forma más brillante ahí que dentro de concurso y ofrecieron grindadas épicas por todas las partes del bowl, especialmente en la zona del spine. Hay gente que en los momentos que cuentan (las rondas oficiales) parece que se crece; Danny León es el ejemplo más claro y así lo vimos no solo en el concurso normal (¿cómo puede saltar tan alto en cualquier zona del bowl?), que acabaría ganando, sino en el Best trick del banco, que, si bien lo ganó Carlsen (master of the flips), tuvo en Danny León y Jaime Mateu a dos verdaderos tozudos de la repetición, que no pararon hasta que sacaron lo que se proponían.
Qué decir de Mateu; se quedó un poco frío después de su ronda de clasificación a la final pero tuvo momentos de verdadera inspiración a lo largo de toda la tarde. Parece que de repente se encendía y empezaba a conectar secuencias salvajes de esas a las que nos tiene acostumbrados. Especiales fueron un air que se marcó de frontside que revolucionó el bowl y la secuencia seguida de footplants por encima del banco que hizo tras planchar el truco que había estado intentando y por el que había pagado ya de sobra con numerosos golpes contra el suelo.
En resumen, más de tres horas de skate salvaje para no parar ni un momento. No me he sentado desde que he llegado y todavía tengo los ojos encendidos y con ganas de más. Se hace tarde, la pausa para la entrega de premios me está dejando frío. Salgo de la nave en la que se encuentra el bowl. Fuera está todo oscuro, hace frío y cae una ligera lluvia. Dentro sigue la mezcla del ruido de los altavoces, gritos y sonidos que evocan poliuretano y madera, metal grindando coping. A medida que me alejo el sonido se va apagando, solo quedan silbidos intermitentes, como demonios aullando en la noche…
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