domingo, 6 de mayo de 2018

Local heroes

Desde que empezamos a vivir por la zona de Tirso de Molina, allá por 2010, a Fátima y a mí no dejaban de sorprendernos unos graffitis que aparecían por la zona, casi siempre juntos o muy cercanos: una especie de cara rara que guiñaba un ojo, un oso, un zorro o un pulpo. Luego, no sé cuándo, nos dimos cuenta de que algunos de esos graffitis están asociados a algo llamado Belmez Face, las caras de Belmez… Espera un momento, ¿no son esas las apariciones misteriosas en la pared de un pueblo de Jaen? Tampoco sé exactamente cuando supimos que ese nombre estaba asociado también con la actividad del bouldering. La palabra inglesa boulder se refiere literalmente a peñascos, trozos enormes de piedra que ofrecen una serie de problemas en roca más o menos cortos, más o menos altos, que hay que resolver sin más ayuda que unos pies de gato. Problablemente, como dicen los de Belmez Face, el bouldering vino primero y de ahí luego la escalada. Para muchos niños pequeños la tentación de trepar y subirse a las alturas es irrefrenable. ¿Recuerdo atávico de nuestra especie homínida? No lo sé, pero sí creo que hay relación original y potente en la idea de escalar sin la ayuda de cuerdas. La idea de añadir toda una serie de aparatajes a la práctica se me hace pesada; se pierde frescura y libertad. Esa pulsión de escalar por deporte —entendido éste como la forma de pasar un rato ocioso— no para después de la infancia; simplemente la sepultamos debajo de paladas de rutina laboral. Ese juego de la escalada sin más pretensiones que pasarlo bien, sin necesidad de escalar para ir a las olimpiadas, es el que defiende Belmez Face. Pero además, para este colectivo la práctica corporal del bouldering está asociada a otras manifestaciones culturales como la música o el grafitti y a una conciencia política de lo que es vivir en este tipo de ciudad de principio de siglo. Manteniéndose en el lado oscuro de la escalada, son herederos de esa especia de sociedad secreta que en la primera mitad del siglo veinte formaron algunos estudiantes de Cambridge que se dedicaban a subir por todo tipo de monumentos y edificaciones de la ciudad cuando sus conciudadanos dormían plácidamente. Aleister Crowley, el mago ocultista —además de montañero— que se dejó notar en las influencias de los propios Led Zeppelin, forma parte de la simbología clave de estos estudiosos de la actividad paranormal de la roca.
Pero que nadie se lleve a engaño: el grupo que conforma Belmez Face son gente agradable y abierta. Ayer mismo les hice una visita en el nuevo Headquarters que tienen por la zona suroeste de la ciudad. Me abrieron las puertas sin ningún problema y me dejaron curiosear en qué consistía el Moon Board challenge y ver algunos pegues épicos en el famoso desplome de los 40º. Creer en lo que uno hace, poder llegar a vivir de ello sin tener que cambiar toda tu forma de entenderlo, querer desarrollar una escena local alrededor de ello. Todo eso representa para mi Belmez Face y creo que muestran un camino muy interesante de desarrollo de otro tipo de cultura física más allá de lo establecido con la que yo personalmente me siento muy identificado.

2 comentarios:

  1. Gracias por estas palabras niño, un abrazo!

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  2. Gracias por mantener esa actitud en una actividad en la que creéis. Abrazos!

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