sábado, 28 de abril de 2018

A vueltas con el caso Semenya

Desde que salió hace unos años el caso Semenya, la cuestión de lo que debe considerarse como competición justa respecto a la categoría de género dista de poder zanjarse de forma satisfactoria. El centro de la polémica parece centrarse en la determinación científica de los niveles de testosterona que definan lo femenino. Hasta el momento, la IAAF simplemente había utilizado la sutil política de sugerir a las competidoras con ciertos “problemas de androginia” que se operaran o se retiraran discretamente. Sin embargo, el caso de Semenya y el más reciente caso de la corredora india Dutee Chand atacan directamente a uno de los pilares centrales de la política de clasificación binaria en deporte: el test de género, por el cual se determina si una mujer —porque recordemos que la polémica solo se centra en la categoría femenina— es “mujer” desde el punto de vista deportivo y por tanto puede competir con otras mujeres.
La última idea de la IAAF en este sentido ha sido la de establecer una norma por la cual las atletas con niveles anormalmente altos de testosterona deberán afrontar tratamiento hormonal, retirarse, competir contra hombres o inscribirse en competiciones de categoría intersexual. La medida entrará en vigor el próximo noviembre y se aplicará en primer lugar en la prueba de 400 m, distancia en la que parece que los elevados niveles de testosterona podrían influir más en el rendimiento. Para evitar posibles polémicas referidas a la identidad sexual de las personas, la IAAF dice que esas cuestiones no son de su competencia, que simplemente vela por la justicia competitiva. Claro que, si tu vida es la de una atleta profesional, que te obliguen a renunciar a tu carrera o a alterar tu biología para poder seguir compitiendo, podemos decir que la IAAF sí está afectando con esas medidas cuestiones de identidad y de identidad sexual. Cargados de justificación científica, los informes de la IAAF dicen que aquellas atletas que superen una concentración de cinco nanomoles de testosterona por litro tendrían mucha ventaja sobre las competidoras. Pero aquí viene lo relevante. De acuerdo con investigaciones científicas, la mayoría de las mujeres tienen niveles entre 0.12 y 1.79 nanomoles y los hombres entre 7.7 a 29.4 nanomoles. ¿Por qué debe considerarse injusto cuándo las mujeres pasan de ciertos niveles, pero no hay un equivalente de niveles injustos de testosterona dentro del rango de los hombres? Yo creo que la diferencia entre 7.7 y 29.4 es cuando menos amplia y eso suponiendo que no haya hombres extraordinarios (y los atletas de élite son de todo menos ordinarios) que tengan niveles más altos. El establecimiento de niveles de testosterona para determinar categorías deportivas es una forma más evolucionada y sutil de lo que antes era el test de género. La focalización de la cuestión en un tema únicamente (aparentemente) científico pretende borrar cualquier conexión con la cuestión política de fondo, a saber, el mantenimiento binario de categorías de género en la que el sentido común dice que hay un deporte superior (el masculino) y uno inferior (el femenino) y todos aquellos casos que traten de borrar las categorías serán tratados como sospechosos y deberán ponerse en regla de la formas más aséptica, más científica; es decir, más política pero aparentemente despolitizada. Esto no implica necesariamente una teoría conspirativa de los hombres para mantener el deporte de las mujeres subordinado; muchas de las más fervientes quejas sobre la cuestión de competición injusta vienen de las propias corredoras agravadas por una supuesta desventaja de partida. Aun teniendo en cuenta las mejores intenciones por parte de los expertos y la IAAF para el establecimiento de justicia deportiva, el mantenimiento de mecanismos que determinen las categorías binarias de género no dejará de tener consecuencias injustas para colectivos minoritarios y más vulnerables. Esto, le guste a la IAAF o no, es política.

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