En los pasados Juegos Olímpicos
de Londres 2012 asistimos a uno de nuestros más potentes gags deportivos
de racismo bienintencionado: la final de los 100m, ganada ̶ como no ̶
por Usain Bolt, encarna a la perfección la condición antropológica del
Occidente actual que Santiago Alba Rico identifica con un ilimitado y
generalizado estado de hambre voraz
(“mucho es ya insuficiente”) y cuya relación
neocolonial con el otro globalizado se viste de integración y
multiculturalidad jovial.
Como
nos indica Alba Rico a lo largo de varias de sus obras (La ciudad
intangible;Capitalismo y Nihilismo;El naufragio del hombre, por citar
algunas de ellas), el capitalismo, actuando como una especie de Cronos
desbocado, ha acabado por generar la más primitiva de las sociedades. Una
sociedad gobernada por el hambre; el hambre de los que no tienen para comer (lo
infrahumano) y los que no pueden parar de comer/consumir (lo sobrehumano) todo
lo que a su alrededor se ha convertido en mercancía. Un sociedad en la que todo
se convierte en imágenes que pasan, en noticias/novedad que hay que devorar
para seguir comiendo a continuación. El tiempo actual no es el del relato (no
hay tiempo para eso); el tiempo actual es el del gag, el acontecimiento ̶
asociado a menudo a lo cómico, si bien no necesariamente ̶ , formateado y
preparado para un consumo rápido (para comer, no para mirar); enlatado para su
visionado de forma repetitiva y bulímica por parte del espectador.
Quizá
no haya otra fórmula más sólida que la de Citius, Altius, Fortius (más
rápido, más alto, más fuerte) para capturar el espíritu de ese capitalismo que
repetidamente ha parasitado al proyecto ilustrado y que ha acabado por vaciarlo
y dejarlo en mera carcasa ideológica. Lo ha hecho desarrollando
exponencialmente y de forma excesiva ̶ podríamos decir cancerígena ̶ uno de los
factores de la ecuación, a saber, citius: más rápido, tan rápido que
amenaza con destruir la solidez de las cosas, de los hombres, de todo lo que
constituye este mundo.
La
carrera de velocidad pura, la de los 100m, se considera la prueba reina del
atletismo (y de los propios JJOO). Es la más excitante, la que, en menos de 10s
decide quién será el hombre más rápido de la tierra. Decide además si la
humanidad ha podido avanzar un poco más, arañando al propio crono(s) unas
décimas, destruyendo un poco más los límites que nos sujetan a nuestra
condición humana. Según la mitología griega Cronos (el Tiempo) devoraba todo lo
que era engendrado por Rea, no permitiendo la aparición y desarrollo de las
cosas, del mundo. Esa es la potente metáfora con la que Alba Rico identifica al
capitalismo actual, el cual impide la solidificación de las cosas, convertidas
en ya obsoletas/ya consumidas mercancías nada más ser concebidas. Usain
Bolt es la gran esperanza de la Humanidad para derrotar al propio Crono(s). Sin
embargo, más que el nuevo paladín de la Humanidad en su marcha hacia el Progreso ̶ algo así como un Neil Amstrong de la
velocidad ̶ es más bien el mensajero del
Cronos acelerado de nuestra condición humana. Bolt no detiene el devenir
incesante del Tiempo sino que lo acelera aún más, haciendo desaparecer los
límites del cuerpo humano que se acerca a lo más fluido, a la energía, a la
velocidad de la luz.
El
cómico Bolt no deja de encandilar a la cámara desde la preparación en la pista
de calentamiento, con sus muecas, su estilo desenfadado y juego cómplice con el
espectador. Él es el actor principal de un guión que le da como ganador y que
él se empeña en ostentar hasta el final, hasta que gana (dándose palmadas en el
pecho o besándose el dedo al cruzar la línea de meta como quitando mérito a la
proeza) y acaba su show particular con una de sus poses (la más famosa, la del
arquero, emulando una estatua clásica). Mientras tanto, las personas en el
estadio y en sus casas miran/consumen la carrera sin pestañear, esperan el
resultado final, deseando que nuestro héroe lo haya vuelto a hacer; que haya
vuelto a batir el récord, que la Humanidad haya vuelto a avanzar un pasito más
en esa carrera hacia los no límites.
Humanidad,
¿qué Humanidad? Aquello a lo que el barón Pierre de Coubertin y sus compañeros
llamaban Humanidad, representada en toda su majestuosidad en la pista olímpica,
no era en verdad más que un versión muy parcial del término: hombre blanco
occidental, de clase alta; un amateur que desdeñaba el profesionalismo
por recordar demasiado a una clase obrera que tuviera que trabajar como
deportista para ganarse el pan. Las cosas parecen haber cambiado en algo
más de un siglo pero hay ciertas dinámicas que se mantienen. La parrilla de salida de los 100m plagada de atletas de origen africano representa
la expresión más patente y más potente de lo que podríamos llamar nuestro
racismo bienintencionado: los atletas llamados “de color” pueden ser buenos ahí, representar a la
Humanidad, a cambio de que no lo sean en otros ámbitos (a excepción también
quizá de algo como la música o el espectáculo, alejados de los focos reales de
decisión y poder). Esta muestra velada de diferencia jerárquica en la relación
entre occidente y el resto, de los que miran y los que divierten y son mirados,
encarna los antiguos mitos coloniales que no desaparecieron en el
neocolonialismo: el africano es lo corporal, el músculo, la animalidad, la
sensualidad, el ritmo; el deporte y la música son su modo natural de
expresión.
Como
decía un comentarista deportivo, Usain Bolt en cada carrera regala un plus al
espectador. Nos regala el mayor de los gags deportivos de racismo
bienintencionado; el más rápido, el más divertido, el más transparente e
incuestionable. En definitiva, el que siempre nos deja con hambre de más, que
es de lo que va este juego.
Un instrumento más del capitalismo como pueden ser Messi, Ronaldo, Nadal, Pau Gasol, etc. Personajes disfrazados de humildes que gozan de una vida burguesa y al servicio de la publicidad que alaba a la burguesía y sus símbolos. En el caso de Bolt tenemos a un burgués "de raza", dónde una de las razas más masacradas y humilladas por la clase burguesa es "domesticada" por su mensaje y, lejos de utilizar su poder mediático para destruir a los que históricamente les han pisoteado, aspiran a ser como ellos y a ser sus embajadores. Y digo Bolt como podría decir Jay Z (y otros raperos cuyo mensaje es "make money and get rich like them" en vez de "destroy them"). Una sociedad decadente con unos ídolos para divertir al pueblo y mantenerlo donde ellos quieren.
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