Una de las mayores grandezas de las actividades físico-deportivas es que nos permite explorar nuestros propios límites y eso puede llevar a un proceso de conocimiento y crecimiento personal muy interesante. Si bien esta dimensión se puede encontrar en cualquiera de esas disciplinas (incluso en aquellas donde parece que el valor máximo es la competición por la victoria), cobra especial interés en actividades como las artes marciales o los deportes extremos, dos vías aparentemente desconectadas pero con muchos puntos de unión, sobre todo en lo que concierne al propio control y manejo del miedo.
El miedo es un mecanismo natural de protección muy interesante. Sin miedo no duraríamos mucho tiempo; pereceríamos ante cualquier imprudencia o temeridad. Estar loco (no tener miedo) no es lo mismo que ser valiente (comprender y controlar el miedo). Lo que ocurre en que en las condiciones de vida que tenemos en nuestras sociedades occidentales las oportunidades para probar y refinar ese mecanismo natural tan útil se ven seriamente limitadas. Es una buena noticia que la mayoría de nosotros no tenga que experimentar los horrores de la guerra para poder conocer su miedo y que tengamos un tipo de actividades donde poder experimentar con ciertas condiciones de seguridad.
En sociedades cada vez más miedosas (el crecimiento del número de seguros para todo es una buena muestra de ello) sería bueno que recordáramos lo que Eskil Ronningsbakken, equilibrista de lo extremo, utiliza como metodología de trabajo: “La única medida de seguridad que uso es mi fuerza mental y el miedo es una protección natural que te agudiza los sentidos cuando más los necesitas”. No hace falta llegar a los niveles de destreza de Eskil (para seguir algunas de sus peripecias, visitar http://globalbalancing.com/#!/page_main ) o a las hazañas de Alex Honnold escalando sin cuerdas las escarpadas paredes de Yosemite.
Quizás, los límites de estos superatletas estén más allá de la mayoría de nosotros y sería suicida seguir tan lejos ese camino. Sin embargo, lo que dice Eskil debería alertarnos sobre una medida establecida como sentido común y que considero puede llegar a ser bastante perniciosa: la utilización de protecciones pasivas (casco, coderas, colchonetas, etc.) como ilusión de seguridad. Según el nivel de habilidad que tengamos podemos hacer ciertas cosas, llegar a ciertos límites más allá de los cuales el peligro de lesión o accidente es bastante posible. Con el nivel de habilidad también me refiero al uso de recursos para poder solventar posibles problemas que surjan de modo inesperado durante la ejecución (por ejemplo mediante las caídas que se practican en artes marciales pero también el control mental para mantener la compostura ante una situación potencial de pánico durante la escalada).
Tanto el miedo (que nos alerta precisamente de los límites de seguridad) como los recursos para solventar las posibles situaciones inesperadas (tales como caídas o la fuerza mental) son medidas de protección activa muy valiosas. Pero, si como digo, en sociedades donde en vez de desarrollar y refinar esos mecanismos activos de protección los embotamos constantemente y lo único que hacemos es ofrecer(vender, hacer negocio dentro de una lógica capitalista del miedo) una falsa seguridad mediante protecciones pasivas puede que lleguemos a tener más accidentes aunque vayamos mejor protegidos que si fuéramos sin nada. El verdadero peligro es tener el accidente, no si vas o no protegido. Las protecciones pasivas pueden hacer que te confíes e intentes cosas para las que, por tu nivel de habilidad, aún no estás preparado. Solo si conoces bien tus límites (teniendo el mecanismo del miedo bien engrasado) minimizas al máximo el riesgo. Por eso, tanto las artes marciales como deportes extremos, donde la progresión en la actividad implica de modo necesario el manejo del miedo y desarrollo de recursos de seguridad, pueden considerarse actividades de gran valía. La utilización de protecciones pasivas en esa progresión no se basa en el todo o nada sino que su introducción en la justa medida es otra parte más de un buen diseño del programa de entrenamiento, siempre teniendo en cuenta que las medidas de protección activas son las más importantes.
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