miércoles, 10 de septiembre de 2014
El arte de la guerra para banqueros indecentes
Ayer volviendo en coche a casa iba cambiando el dial y se paró en alguna emisora empresarial, no sé si gestiona radio o algo así. Hablaban del fallecimiento del gran hombre que dejaba a España huérfana y sin rumbo, ese gran banquero de la marca España. Hablaban también de cómo se relajaba en su jet privado leyendo; su libro de cabecera era el clásico de Sun Tzu, “El arte de la guerra”. Nada original en este tipo de personajes. Algo que ya pusieron de moda los brokers de Wall Street que debían pensar que en la jungla financiera reinaba la lógica bélica. Tengo que confesar que me revienta el uso que desde el uso empresarial se ha tratado de dar a las obra de artes marciales (cuya versión light para todos han sido las obras de autoayuda tipo “El monje que vendió su Ferrari”). Creo que lo único que hacen con eso es tratar de dar una pátina de refinamiento y sofisticación a sus prácticas salvajes y faltas de ética. ¿Y no consiste en esto la guerra? Pues no exactamente.
Para generales como Sun Tzu el asunto bélico no era liviano, en primer lugar porque ellos se jugaban el cuello en el campo de batalla. Se conocen pocos banqueros que no mueran de viejos, a gustito en su casa y forrados de pasta. Se habrán sentido muy machos alfa (como les gusta también la fanfarria darwinista) cortando cabezas de subordinados o acallando la voz de accionistas en las juntas, pero exponer de verdad su pellejo, lo justo. Generales como Sun Tzu, al ir a la guerra defendían a un pueblo al que representaban. Banqueros infames como el nuestro solo representan sus propios intereses a expensas de las poblaciones, incluso de las que se supone que son su gran marca. Generales como Sun Tzu tenían que matar a gente con sus manos y eso creo que da una perspectiva muy distinta de lo que vale una vida que simplemente dejar que la maquinaria aséptica e indolente del juego de acciones siembre tempestades económicas en lugares en los que lo mismo aparece la hambruna que cae de golpe y porrazo el mal de los desahucios sobre una población que lo merecía por irresponsable.
Y me da por pensar que ahora tendrás de verdad que rendir cuentas por fin ante Sun Tzu y explicarle cómo y por qué manchaste su nombre y su obra con tu legado indigno que él nunca hubiera aprobado.
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